Extracto libro “De Patitas de Chancho y otros causeos políticos en San Bernardo”
1° Lugar, Premio Municipal de Literatura 2022
“El Comité Provincial del Frente Popular llama al pueblo de Santiago, a los militantes de los Partidos frentistas y la C.T.Ch., para que este 21 de mayo manifiesten en la ceremonia de apertura del Congreso Nacional su adhesión a su Excelencia don Pedro Aguirre Cerda y al Frente Popular.
Los militantes de los Partidos frentistas deberán abrir calle en el recorrido que el Presidente hará para trasladarse al Congreso y regresar a la Moneda después de la lectura del mensaje.
En esta movilización se deberá observar el más profundo espíritu unitario para que una vez más quede de manifiesto la indestructible unidad del Frente Popular, unidad necesaria para obtener grandes victorias en el período parlamentario que se inicia” – exclamó la proclama aquel día, domingo 21 de mayo de 1939
El Palacio fue rodeado por atronadoras muchedumbres entusiastas. Todos querían ver al Presidente saliendo tras el arco majestuoso de la puerta, antes de dirigirse hacia el Congreso Nacional para abrir la sesión ordinaria. Era la orden del día.
El Presidente salió de La Moneda a las tres de la tarde, lo hizo como siempre, saludando a la multitud que a esa hora lo esperó en medio de muestras de adhesión y cariño, enarbolando banderas y estandartes.
Con brillo y pompa, una marcha de cuatro carrozas se dirigió hacia el Congreso Nacional, previo desfile de tropas, incluyendo las de Norteamérica.
En la primera de ellas, iba el Presidente de la República, acompañado por su Ministro del Interior, Pedro Enrique Alfonso y Edecanes Militares.
En la segunda iban los Ministros; de Relaciones Exteriores Abraham Ortega y de Defensa Guillermo Labarca Hubertson. La tercera fue para los Ministros; de Educación, Rudecindo Ortega, de Justicia Raúl Puga, de Fomento Arturo Bianchi y de Tierras y Colonización Carlos Alberto Martínez, y más atrás marchaban los Ministros de Salubridad Miguel Etchebarne, de Trabajo Antonio Poupin, de Agricultura Arturo Olavarría, más el Secretario General de Gobierno Arturo Natho.
Las tropas del desfile formaron en distintas calles, en Teatinos, frente al Ministerio de Hacienda, el Regimiento de Infantería Buin N° 1, Agustinas y Huérfanos, el Batallón Tren N° 2, Huérfanos y Compañía, el Batallón de Ferrocarrileros N° 1, Compañía y Catedral, el Regimiento Cazadores, en Catedral, entre Teatinos y Morandé el Grupo de Defensa Antiaérea, en Catedral frente a la entrada del Salón de Honor del Congreso, la Escuela Militar, más allá los Regimientos de Artillería Tacna, Maturana y Batallón de Comunicaciones hicieron lo mismo en calles adyacentes.
“Al ponerse en movimiento las carrozas y mientras las bandas militares anunciaban el paso de la comitiva presidencial, el pueblo estacionado frente a la Moneda, en una indescriptible explosión de entusiasmo, rompió los cordones de carabineros, aproximándose al coche del Excmo. señor Aguirre, a quien hizo objeto de frenéticas manifestaciones de simpatía. A lo largo de todo el trayecto estas manifestaciones se repitieron en forma constante. Miles de puños en alto saludaban al Presidente y a los Ministros del Frente Popular, mientras las tropas, al son del Himno Nacional, rendían los honores de ordenanza.
S.E. correspondía a estas cálidas manifestaciones sonriendo y agitando entusiastamente su pañuelo.
Al detenerse la carroza presidencial ante la puerta que da acceso al Salón de Honor del Congreso, las manifestaciones del público, que se apretujaba en la aceras, puertas y balcones, adquirió los contornos de un homenaje sólo comparable a las apoteósicas tributadas por la ciudadanía a sus grandes héroes” – publicó la prensa
La jornada republicana se coronó con un elocuente y anhelado discurso:
“La voluntad ciudadana, limpiamente, sobreponiéndose a toda presión, me ha otorgado la alta investidura de Presidente de la República, y lo ha hecho con la conciencia de que era su deber patriótico procurar que por los medios constitucionales se verificase una rectificación honda y sincera en nuestra tradición política para redimir al pueblo de su abandono físico, moral y económico.
Dos fuerzas se oponen al Gobierno actual: la una, compuesta de respetables elementos tradicionalistas que desearían la conservación de patronato sobre los trabajadores para continuar juzgando con su criterio personal las aspiraciones de bienestar social y económico del empleado y del obrero, y la otra, que pretende perturbar la solución de los problemas nacionales.
Una y otra no se compadecen con la evolución democrática, que es la única que la tradición y la ciencia conceptúan como más apropiada para conservar la armonía social, y que debe hacer la acomodación de los intereses encontrados que el egoísmo o la pasión pretender sobreponer a la justicia y a las realidades de la vida.
Ambos elementos serán respetados por el Gobierno mientras mantengan su oposición conforme a la Constitución y a las Leyes, pero los unos serán convencidos con la bondad de nuestras realizaciones, y los otros, contenidos enérgicamente por las fuerzas de orden que defienden al Gobierno y a la colectividad” – fue el preámbulo de la extensa perorata, entre aplausos descontrolados y vítores
Pero, no todo salió según lo planeado. Un personaje emergió desde las sombras, y sin quererlo, iniciaría un descabezado designio titulado “El Ariostazo”.
Tras bambalinas, lejos del Presidente, el general Ariosto Herrera se negó a desfilar con sus tropas, porque consideró que “había muchas banderas rojas” en la ceremonia.
Otra versión cuenta que un hombre trepó por una de las ventanas de La Moneda para instalar una bandera roja; por esta razón ordenó a sus tropas no desfilar delante de este “trapo rojo”, acto seguido pidió a Carabineros despejar el lugar para iniciar el desfile.
No importa la versión, el hecho es que, su postura anticomunista ya era secreto a voces al interior del Ejército, particularmente por su carrera que incluyó una agregaduría militar de dos años en la Italia de Mussolini, donde se empapó de las asoladas fascistas. A pesar de esto fue nombrado Jefe de la II División del Ejército y comandante general de la Guarnición de Santiago.
El gesto oprobioso del General consiguió la enemistad de las fuerzas de izquierda y la simpatía de la derecha que pronto intentó atraerlo hacia su sector, coincidentemente en un período de profundas enemistades y descalificaciones de la oposición, unida a escandalosas campañas anti frentistas de la prensa, casi al límite de la indecencia.
En julio de 1939 debía estallar un supuesto golpe de Estado encabezado por el coronel Guillermo Hormazábal, director de la Escuela de Ingenieros Militares, junto a un grupo de oficiales retirados y otros miembros del Frente Nacional.
El plan se activaría el 9 de julio a las 3 de la madrugada, antes del Juramento a la Bandera. Una unidad del batallón de la Escuela de Ingenieros se trasladaría a Santiago para iniciar una sublevación armada.
Nada ocurrió. Los conjurados fueron atrapados jugado póker alrededor de una mesa, mientras esperaban órdenes; de ahí su nombre, “el complot del póker”.
Ariosto Herrera, quien era Juez Militar, sobreseyó a dos jefes del Ejército, el coronel Guillermo Hormazábal y el mayor Jorge Pérez, incluso antes de un sumario por “actividades contra la seguridad del Estado”.
Su actuación le valió un expediente de retiro el 23 de agosto, acabando así con la carrera del polémico general.
“Se ha resuelto el retiro del General Ariosto Herrera de las filas del Ejército, en uso de las atribuciones que corresponden al Presidente de la República, en su carácter de Generalísimo de las Fuerzas Armadas, y en virtud de un parte del Comando en Jefe del Ejército” – trascendió la información oficial, acompañada del Decreto 1375 del 24 de agosto de 1939:
“La facultad que me confiere la letra e) del art. 23 del D/F/L N° 3743, de 26 de diciembre de 1927 y teniendo presente que el General de Brigada don Ariosto Herrera Ramírez cuenta con más de 30 años de servicio en el Ejército.
En conformidad a la letra e) del art. 67 del D/F/L N° 3743, concédese retiro temporal al General de Brigada don Ariosto Herrera Ramírez con una pensión…”
Era claro que el verdadero motivo del Presidente para apartar de las filas al uniformado se debió al “Complot del Póker” y su resolución de sobreseer a los involucrados, más su papel en el episodio del 21 de mayo al incumplir lo mandatado por el Supremo Gobierno: “Un trapo rojo a manera de bandera, ultraje que el General Herrera no aceptó y dispuso que Carabineros sacara la enseña representativa del Comunismo Internacional, o de lo contrario no se realizaría el desfile militar…de inmediato surgió en la Capital el rumor de que el Gral. Herrera se había negado a desfilar ante la Bandera Roja”
“Los motivos de esta resolución me los callo porque son tan pequeños que no me alcanzan y tampoco estoy dispuesto a presentar mi expediente de retiro” – dijo el uniformado
La tarde del 24 de agosto entregó el mando de la II División y de la guarnición de Santiago al general Arturo Espinosa, posteriormente se reunió con algunos comandantes y fue a su casa donde lo esperaban varios medios de comunicación. Un periodista le preguntó si admiraba los regímenes dictatoriales, a lo que respondió:
“He viajado por Europa. Allí aprendí a admirar la obra de Hitler y del Duce.
Soy un soldado, Tengo una inmaculada hoja de servicios. 33 años en las filas, con calificaciones que son mi orgullo. Siempre fueron militares o marinos los Herrera. Es la gloriosa tradición de mis antepasados que quiero y respeto.
He sido educado en la escuela de la lealtad. El Gobierno me retira y yo acato esta resolución como un soldado que cumplió y cumplirá sus deberes para con la patria y la Constitución. Lo único que haré es no presentar mi expediente de retiro” – agregó
Como reguero de pólvora la noticia comenzó a circular en ámbitos castrenses, siendo oficiales los encargados de trasladarse a diferentes regimientos para intercambiar ideas, y en lo sucesivo coaccionar el reintegro del General a sus filas.
A puertas cerradas, el comandante del regimiento Tacna y su oficialidad consensuó plegarse a un alzamiento, acuartelándose con numerosa munición e iniciando tratativas con otras unidades, como la Escuela de Infantería de San Bernardo que se mostró partidaria en un comienzo, pero que después recibió una fuerte negativa del coronel Guillermo Barrios Tirado.
En un par de horas, la acción se debilitó con el arribo de Carlos Ibáñez del Campo, presencia que fue vista como un aprovechamiento político, alejado de la reivindicación militar que aspiraba a asirse del poder.
“La ciudad y en general la República fue conmovida ayer por una descabellada intentona revolucionaria dirigida por el ex general Ariosto Herrera y por Carlos Ibáñez, que lograron comprometer a varios oficiales jóvenes de nuestro Ejército en su aventura. Sin embargo, el Gobierno en antecedentes de lo que se trataba y contando con el apoyo incondicional del pueblo y de las Fuerzas Armadas en general, consiguió sofocar rápidamente el movimiento y apresar a sus cabecillas los que serán puestos a disposición de la justicia militar” – tituló la prensa
La aventura fue sofocada cerca de las 8 de la mañana con la detención de Ariosto Herrera y unos 50 oficiales, más la huida magistral de Ibáñez que alcanzó a asilarse en la embajada de Paraguay.
“Hay una campaña organizada y sistemática de rumores tan antipatriótica que no trepida en hacerla llegar hasta el extranjero, aun a costa del crédito y prestigio nacionales. Justamente hoy día ha sido sofocado un descabellado intento revolucionario organizado por el General Ariosto Herrera, recién llamado a retiro por actuaciones desleales, y por el ex Presidente Ibáñez. Ha sido realmente conmovedora la unanimidad con que el país entero ha solidarizado con el gobierno en la condenación de este motín, prueba de la que sale fortalecido y que demostrará a todos la inexpugnabilidad de nuestra posición, pues en torno al General Herrera había pretendido formarse la aureola de que era un “intocable” y no justamente en el sentido que a esta palabra se da en la India” – confesó el Presidente Pedro Aguirre Cerda en misiva enviada a Lucila Godoy (Gabriela Mistral), vía Consulado de Chile en Niza, Francia en agosto de ese año.
“…el general Ariosto Herrera, que se había leído algunos folletos sobre fascismo, se había sentido llamado por Dios a desempeñar en Chile el papel de Franco en España.
No sacó nada con ir al Tacna. Yo lo vi de uniforme paseándose como un sonámbulo en la sala de guardia. Los oficiales no querían ingresar en la historia y se negaban a participar en la revolución. A las 10 de la mañana estaba perdido. Mientras tanto, el general Ibáñez se había asilado en la Embajada del Paraguay.
A las 7 de la tarde desfilaba el Frente Popular victorioso frente a La Moneda y ante don Pedro y doña Juanita.
A las 7 y media yo lograba entrevistar en la Embajada del Paraguay al general Ibáñez, que se negó sistemáticamente a hablar conmigo, pero que finalmente me dijo una sola frase clave: -Mala suerte…Nos falló” (Tito Mundt, “Las Banderas Olvidadas”)
La noticia llegó a San Bernardo y su eco resonó con más fuerza en la Maestranza Central de San Bernardo. Sin perder tiempo, un enorme “batallón” de más de 1.200 maestrancinos unió fuerzas después de un encuentro con el Gobernador Galvarino Ponce quien les alertó.
Se plegaron numerosos sindicatos, inspirados por el mensaje de Salvador Allende, ministro de Salud del Gobierno que llamó a “defender al Presidente”. Así fue como los “tiznados” se organizaron para preparar un tren especial, blindado y reforzado, a prueba de balas para marchar a Santiago e impedir la participación de la Escuela de Infantería en el conflicto.
Si bien las noticias tardaron en llegar, se sabía de las negociaciones para aplacar el golpe y de un plan especial del Gobierno para someter a vigilancia a algunos políticos ibañistas comprometidos en el conato revolucionario.
“…casi la totalidad de los trabajadores de la Empresa paralizaron sus actividades y se desplazaron desfilando desde la Maestranza hacia la Plaza de Armas de la ciudad, el 25 de agosto de 1939, para defender el gobierno de don Pedro Aguirre Cerda a raíz del intento de golpe militar del general Ariosto Herrera, uno de cuyos soportes pareció ser, justamente, la Escuela de Infantería de San Bernardo, la cual alcanzó a formarse frente a dicha plaza para marchar hacia Santiago con el propósito de “tomarse la Moneda” y derrocar al gobierno” – contó don Andrés Aylwin en su libro “Simplemente lo que vi 1973-1990 Y los imperativos que surgen del dolor”
El paisaje capitalino comenzó a llenarse de banderas y enormes columnas de adherentes que se movilizaban a pie, en camiones y carretas, vociferando “¡queremos armas para defender al Presidente!”, “¡Todo Chile con Aguirre!”, dispuestos a enfrentarse a todo evento.
“Por otra parte, desde las primeras horas de la mañana, parlamentarios y dirigentes comunistas y socialistas recorrieron las fábricas dando cuenta a los obreros de la situación producida. Inmediatamente los trabajadores dejaron las herramientas y salieron a las calles resueltos a defender enérgicamente al Gobierno.
Los obreros municipales recorrieron las calles de la ciudad en los camiones de la policía de aseo, haciendo manifestaciones de adhesión al Gobierno y poniendo en guardia a los trabajadores respecto del atentado que se tramaba contra las instituciones democráticas” – informó la prensa
Al interior de Palacio, los jefes de las distintas ramas castrenses; Ejército, Aviación, Armada y Carabineros que permanecían fieles al Gobierno recibieron instrucciones precisas para sofocar el intento sedicioso.
“Tan pronto como la noticia del movimiento subversivo llegó al Regimiento de Infantería N° 1, Buin, su Comandante, el Coronel don Julio Vargas Bernales, puso la unidad en pie de guerra y transmitió este hecho al Comandante en Jefe del Ejército.
Inmediatamente, el general don Carlos Fuentes Rabe, acompañado del Comandante de la II División, general don Arturo Espinoza Mujica y del Comandante Divisionario de la Infantería, Coronel don Luis Opazo Henríquez, se trasladó al Regimiento Buin, donde instaló su Cuartel General. Acto seguido, el Comandante en Jefe del Ejército ordenó al Coronel don Humberto Luco Meza dirigirse al Regimiento Tacna y tomar el mando de la unidad, misión que este jefe cumplió con todo éxito, secundado por jefes y oficiales de esa unidad, que permanecieron leales al Gobierno de la República.
Inmediatamente de restablecida la disciplina, alrededor de las 11 horas, el Coronel Luco ordenó la detención del ex – General Ariosto Herrera que se encontraba en el cuartel del Tacna y su traslado a la Escuela Militar”- aclaró la prensa
No hubo mayor resistencia. Afortunadamente no ocurrió el “baño de sangre” que muchos esperaban, en vez de eso el acérrimo Carlos Ibáñez del Campo hizo su acto de escapismo, aprovechando un instante de calma, para después asilarse.
En San Bernardo el grupo de insubordinados armados intentó apresar al Coronel Guillermo Barrios Tirado, sin embargo, como cuentan testigos, éste los evadió, desarmando a uno de ellos:
“¡Buenos días Regimiento! Arresten a los oficiales sediciosos. Hasta aquí no más llegó el complot” – gritó
Los amotinados eran los oficiales, Mayor Guillermo Vergara, Capitán Octavio O’Kingston, Capitán Lira y Tenientes Ceballos y Uribe quienes fueron trasladados a la Escuela de Aviación de “El Bosque”. Otros civiles también fueron detenidos por Carabineros, acusados de gestionar el arriendo de góndolas para trasladar soldados hacia la Moneda.
Don Galvarino Ponce, movilizado en un vehículo militar entró a los talleres de la Maestranza voceando la novedad: “El golpe fue aplastado y por lo tanto no se llevó a cabo”
Al igual que en Santiago y el resto de las ciudades, el pueblo de San Bernardo salió a las calles para demostrar su felicidad, desfilando hasta la plaza, copando la Gran Avenida para llegar a plaza Bulnes y de ahí saludar al Presidente.
El Batallón Maestranza paseó orgullosamente junto a su Orfeón y fueron aplaudidos por una vibrante comparsa de manos agradecidas compuestas por cientos de trabajadores, panificadores, lecheros, campesinos y sindicatos que armaron bellas estampas para agradecer al Presidente.
“Mientras tanto, los maestrancinos se desplazaban marchando por las calles de la ciudad para celebrar el término de la asonada, expresando con gritos y discursos su adhesión al gobernante elegido por el pueblo, y también la admiración y respeto hacia los correctos oficiales y suboficiales de la Escuela de Infantería que habían sometido a los sediciosos defendiendo la institucionalidad democrática. Posteriormente, los dirigentes ferroviarios entregaron también una conceptuosa carta de adhesión y felicitación al Regimiento, dirigida naturalmente al director de la Escuela.
Esa misma noche, parte importante de aquellos trabajadores estaría otra vez reunida frente al Palacio de La Moneda, apoyando a “Don Pedro” en medio de una impresionante multitud que, poco antes, había desfilado por la Alameda, destacándose en la marcha centenares de carretelas, carretones y camiones atestados de hombres, mujeres, niños y banderas” (Andrés Aylwin, “Simplemente lo que vi 1973-1990 Y los imperativos que surgen del dolor”)
A las 19:35 horas, se escuchó tenuemente el sonido de un clarín, para anunciar la aparición del Presidente y su esposa por uno de los balcones de La Moneda. Los aplausos fueron acompañados de un emotivo discurso:
“Pueblo de Santiago: Dos generales en retiro han pretendido perturbar el orden público, y con ello han traicionado la República.
Estos dos generales, don Carlos Ibáñez del Campo y don Ariosto Herrera, felizmente no han contaminado a las Fuerzas Armadas de la República, que se han mantenido leales al Gobierno del País y, en consecuencia, a toda la soberanía nacional, que eligió al actual Mandatario en una elección limpia y honrada, que permitió al pueblo darse un Gobierno legítimo, y que es honra del pueblo de Chile.
Vosotros, que elegisteis al actual Mandatario, le distéis un programa en la Convención del Frente Popular, programa que es honra para el pueblo y que contiene postulados y principios que pueden enorgullecer y engrandecer al país y rectificar los rumbos y yerros del pasado Gobierno.
Sin embargo, dos individuos ambiciosos, que no han tenido el valor ni el prestigio para dirigirse al pueblo diciéndole que ellos podían representarlo, han pretendido que las Fuerzas Armadas se plieguen a ellos en la obscuridad de la noche.
Ese Ejército les dijo: No; el pueblo de Chile ha puesto a este hombre en la Presidencia, y nosotros no podemos hacernos cómplices del delito de Lesa Patria de que son culpables esos dos generales.
Porque el Ejército está constituido por hijos del pueblo y porque no es una guardia pretoriana que siga al primer audaz o traidor a la República que pretenda explotar el grado alcanzado para perjudicar a la República.
No sabían ellos que había un pueblo consciente que rompió las cadenas de la esclavitud y que en una sola masa y un solo pensamiento dice que, cualquiera que sea el sacrificio, aun el ofrecimiento de su sangre, defenderá al Gobierno elegido por él.
El Presidente que elegisteis tiene conciencia de su cargo y así, como ahora, sin desmayar un solo momento y sin necesidad de recurrir a procedimientos ilegítimos supo reprimir la revuelta, sabrá también castigar a los traidores que se han levantado contra la República.
Estos generales han procedido como rateros o vulgares asesinos a altas horas de la noche, sin atreverse a dirigirse a la ciudadanía en forma valiente para decirle cuáles han sido los errores del Gobierno.
Yo os digo que no podéis desconfiar de vuestro Presidente, que sabrá cumplir con el programa del Frente Popular, y no permitirá aun con sacrificio personal, que se perturbe el orden público y que no pueda cumplir su programa, y que será cumplido por el ciudadano que llevasteis a este cargo.
Esta manifestación, que levanta el espíritu patriótico que yo represento, me hace pediros, como final de esta enorme concentración que entonéis el Himno Nacional, como una manifestación de energía, y que nunca podrá llegar ningún audaz a la Presidencia, sino el ciudadano elegido por la voluntad espontánea y limpia del pueblo”
Muchos años después, Salvador Allende, Ministro de Salud de Pedro Aguirre Cerda llegaría a la Moneda para enfrentar el mismo dilema, pero con otras consecuencias.
Hacia 1940, el Presidente Pedro Aguirre Cerda presentó diversos problemas de salud, que derivaron en una tuberculosis.
Murió el 25 de noviembre de 1941 en Santiago, durante el ejercicio de su cargo.
Imagen portada: Colección: Museo Histórico Nacional - Códigos BN: MC0023014 - memoriachilena Pedro Aguirre Cerda con las empleadas de su casa en Fundo Conchalí, 1941