Numerosas gestas han protagonizado los planeadores, batiendo récords difíciles de igualar, como alcanzar los 90.000 pies de altura (28.000 metros), para investigaciones científicas “cero” emisiones.
En septiembre de 2017, el “Perlan II”, llegó a los 15.902 metros de altitud, volando en la patagonia argentina por los pilotos Jim Payne y Morgan Sandercock.
Esta misma marca fue batida por el mismo proyecto entre agosto y septiembre de 2018 a 61.882 pies (presión alt.), 65.605 pies (presión alt.) y 76.124 pies (presión alt.).
El proyecto “Perlan” fue concebido por el piloto de pruebas de la NASA Einar Enevoldson que imaginó un planeador, sin motor, que volara más alto que los aviones a reacción, para desentrañar los misterios de la estratósfera.
“Hay muchos desafíos técnicos para volar un planeador a esta altitud extrema. El aire tiene una muy baja densidad por lo que el planeador debe volar a gran velocidad real, más de la mitad de la velocidad del sonido. La resistencia aerodinámica debe reducirse al mínimo para que las corrientes ascendentes puedan elevar al planeador. El planeador debe ser seguro en condiciones atmosféricas extremas, cómodo para los pilotos y de bajo costo para operar en lugares remotos de la tierra”
El influjo de la cordillera de Los Andes es difícil de resistir; siempre nos acompaña, presentándose ante nosotros como una inmensa barrera que nos separa del continente, en esta larga y angosta faja de tierra. Eso lo sabía Alejo Williamson, desde que miraba los aviones pasar en el patio de su casa en San Bernardo.
Sintió latir esas bellas criaturas aviarias posándose encima de los árboles, trasponiendo sus límites en silencio; nada más parecido a un planeador, hecho para extender su influencia sobre este mundo.
Así lo pensó en 1891 el ingeniero mecánico alemán Otto Lilienthal al lograr vencer la gravedad imitando el vuelo de las aves en numerosas máquinas voladoras; algunas de ellas recuerdan a murciélagos de gran tamaño.
“Inventar un aeroplano no es nada, construir uno ya es algo, y volar, … ¡lo es todo!”, aseguró el antecesor de los hermanos Wright.
Experimentó sistemáticamente, acompañado de su esposa y su hermano Gustav, con artefactos y planeadores que probaban deslizándose colina abajo.
Sus primeros diseños fueron monoplanos, después aeronaves complejas, biplanos, alas en tándem, batientes y plegables, auténticas maravillas voladoras que han sido preservadas y reconstruidas en un pequeño museo de su ciudad natal, Anklam, Alemania.
Su libro “Der Vogelflug als Grundlage der Fliegekunst”“El vuelo de las aves como base del arte de volar” (Berlin 1889), trabajo fundamental sobre la aerodinámica de las alas constituye el tesoro más valioso de la aviación moderna.
Sus primeras máquinas voladoras no están documentadas fotográficamente, sin embargo existen planos de construcción y estudios preliminares.
El aparato “Derwitzer” (1891), voló unos cuantos metros, pero los siguientes lograron demostrar el potencial aerodinámico de las alas, describiendo el vuelo exacto de los pájaros, sobre todo de las cigueñas. Sus artilugios sentaron las bases para los primeros vuelos mecánicos, para que Alberto Santos Dumont construyese el primer avión.
Después de “Derwitzer”, en 1892 construyó el “Südende” sobre estructura de cimbra, posibilitando vuelos de 80 metros desde una altura de 10 metros. La longitud era de 5,6 metros y un peso de 24 kilos.
En 1893 fue el turno de “Maihöhe-Rhinow”, el primer planeador convertible, con alas semejantes a la de los murciélagos. El perfil de la nave podía modificarse agregando distintas estructuras. Cuando estaba plegado, este “murciélago gigante” medía 2.0 x 3,2 x 0,5 metros y pesaba 20 kilos.
Los “Normalapparat” (aparatos normales), tomaron como base este prototipo para llevar a cabo vuelos más altos y prolongados. En Mailhöhe construyó un cobertizo de cuatro metros de altura y en Stölln/Rhinow (Branderbugo) logró un vuelo de 243 metros.
Con la “Kleine Schlagflügelmaschine” (1893), o pequeña máquina de aleteo, de alas abatibles, intentó incorporar fuerza motora, entremezclando propulsión, músculo humano y motor. En 1894 probó el primer motor de dióxido de carbono sin éxito.
Ese mismo año, surge el “aparato normal”, “normale segelflugzeuge”, con notables mejoras, como un “Prellbügel”, o parachoques para reducir el impacto en caso de estrellarse.
Actualmente se conservan piezas de estos aparatos en cuatro museos del mundo, en las ciudades de Londres, Moscú, Munich y Washington.
El “Sturmflügel”, o “Ala de tormenta” de 1894, siguió los principios del diseño del planeador normal, con alas más pequeñas para soportar vientos más fuertes y redefinirse como un biplano de una longitud de 4,5 metros.
Posteriormente a los monoplanos y biplanos de 1895 “Vorflügelapparat” y “Kleiner Doppeldecker”, agregó el “Grosser Doppeldecker”, adicionando un segundo par de alas al planeador normal, con una longitud de 4,9 metros.
Moneda de 20 euros de plata austríacos “hacia el cielo, el sueño de volar”, 2019,
con el “Sturmflügel” de Otto Lilienthal
“Grosse Schlagflügelmaschine”, de 1896 fundamentó su diseño en otro modelo de 1893 pero nunca fue probado, así como otros bocetos que permanecen en el museo.
El 9 de agosto de 1896 sufrió un accidente mientras probada uno de sus planeadores, cayendo desde una altura de 15 ó 17 metros en picada. Lo llevaron en carruaje hasta un hospital en Stölln, sin embargo, por su condición de extrema gravedad fue ingresado a una clínica en la ciudad de Berlín donde perdió la vida al día siguiente.
Testigos cuentan que sus últimas palabras fueron; “Opfer müssen gebracht werden”, “hay que hacer sacrificios”, o “es necesario que haya sacrificios”.
Esto nos recuerda el espíritu de Dagoberto Godoy que también siguió el ejemplo de Otto Lilienthal, volando en un pequeño avión de 400 kilos de peso, y un motor de apenas 110 HP, de tela, sin protección, sin calefacción y de cara al viento.
Con justa razón, Alejo Williamson ha sido, hasta la fecha, el único chileno, a nivel sudamericano, en ganar la “Lilienthal Gliding Medal”, uno de los premios más importantes, establecido por la “Fédération Aéronautique Internationale”, desde 1938, en honor al pionero Otto Lilienthal.
La medalla, máximo galardón del vuelo a vela a nivel mundial, está hecha de plata, de 7,5 centímetros de diámetro; se observa a dos pájaros en vuelo capturados por un hombre, en el reverso la inscripción “Federation Aeronautique Internationale”, donde se graba el año y el nombre de la persona ganadora.
El primer ganador de la medalla de vuelo sin motor fue el polaco Tadeusz Gora, en 1938, por un vuelo de 577, 8 kilómetros desde Bezmiechowa a Soleczniki. Alejo Williamson obtuvo la medalla en 1968.
Medalla internacional “Lilienthal Gliding Medal” otorgada en 1968 a Alejo Williamson,
diseñada por el artista austriaco Josef Humplik