El espacio de tiempo que media desde los lejanos Llanos de Lepe hasta el presente, nos acerca al bicentenario de la ciudad de San Bernardo.
Seguramente el acontecimiento será motivo de celebración por la comunidad San Bernardina que se ha expandido mucho más allá de la cuadrícula trazada por el Alarife, distribuyendo los paños de terrenos donde prosperaron elegantes casonas y quintas para el solaz de familias pudientes de la cercana capital. También se avecindaron algunos poetas buscando las musas que traían las brisas del Maipo hasta las faldas del Chena.
La actual ciudad se ha complejizado y la solución urbanística pareciera no responder a una lógica de regulaciones que contemple el respeto por el medio ambiente, o la conservación de los terrenos de cultivo que rodeaban la apacible ciudad que fue.
El acelerado desarrollo urbanístico que estamos presenciando también ha afectado muchos espacios del enclave central de la ciudad. Esto ha significado transformaciones o simplemente la desaparición de muchas edificaciones que en algún tiempo se consideraron íconos
La calle del Comercio, hoy calle Eyzaguirre albergó un variado comercio que respondía a las necesidades básicas de sus pobladores. Las tiendas, en su mayoría, eran “atendidas por sus propios dueños”, slogan publicitario muy utilizado en el avisaje radial de la época. Hoy proliferan las filiales de grandes tiendas que ocultan o eliminaron las antiguas fachadas presentando soluciones arquitectónicas muy distantes de los cánones tradicionales
La gran planicie de los Llanos de Lepe ha ido desapareciendo, lenta e inexorablemente, cambiado la feracidad de sus tierras de cultivo por condominios, villas, poblaciones, sitios industriales, cementerios…cada vez más alejados del núcleo central de la ciudad. Sin duda esta realidad requiere una infraestructura compleja para cubrir los requerimientos de los habitantes de estos sectores, que con seguridad las autoridades conocen. No obstante, lo que más llama la atención es el hecho que algunos habitantes de la periferia no se identifican con la ciudad. “Voy a San Bernardo”, dice con frecuencia un poblador de Los Copihues, Cinco Pinos, Puerto Williams, Valle Nevado…cuando requieren realizar un trámite o simplemente realizar una compra en las tiendas de la calle Eyzaguirre.
Vienen de sus villas “a San Bernardo” y para su traslado la ciudad solo les ofrece el taxi-colectivo que saturan las calles ya congestionadas con el aumento del parque automotriz. El diseño y trazado de las calles respondía a la realidad de ese entonces: carretas soñolientas cargando los verdores de las chacras vecinas, más tarde los coches victorias atendiendo los pasajeros del tren o atentos estacionados en los alrededores de la Plaza de Armas.
La nostalgia por un ayer histórico no responde a una crítica del presente o un lamento novelesco. Es simplemente señalar que el progreso que vemos en el crecimiento de la ciudad, no siempre está priorizando los reales requerimientos de los vecinos en una carrera economicista que no ha respetado la historia de los Llanos de Lepe.