La hacienda de “Nos”, era parte de la merced de tierras del “Chequén”, entregada al conquistador español Juan Jufré en el siglo XVI y adquiridas por el viajero francés Joseph Dunose o Dunos, castellanizado a “Denos” en el siglo XVIII.
Joseph fue parte de un gran intercambio cultural y comercial que comenzó a gestarse gracias a los descubrimientos de Guillermo Schouten, que atravesó el Cabo de Hornos y Magallanes, desde el océano Pacífico por el estrecho que hoy lleva su nombre.
Antes de la llegada de estos ilustres viajeros, las rutas eran utilizadas sólo por corsarios, por ejemplo el famoso pirata Francis Drake.
Los comerciantes chilenos pedían ayuda al Consejo de Indias con el objeto de mejorar rutas y navegaciones con fines comerciales, pero el monopolio en este caso era mantenido en las ciudades de Lima y Panamá que surtían grandes cantidades de oro a Chile.
Antes de la llegada de los españoles, nuestros mares poseían toda clase de calificativos y supersticiones. Los marinos pensaban que las caudalosas aguas del mar escondían secretos abismales y peligros por doquier. Esta superchería, no hacía más que ahuyentar las posibilidades comerciales, poniendo en manos de monopolios este intercambio integrado por galeones de Sevilla o Cádiz, en grupos de 10 naves o flotas, y por lo tanto mercaderes llegaban a Cádiz ofreciendo a los embarques todo tipo de productos y manufacturas, españolas y europeas; tejidos y paños de Francia e Inglaterra, aceites, vinos de Cataluña, en fin, los valientes marinos se hacían a la mar, desplegando enormes velas y aventurándose hacia otros puertos.
Famosa era la gran feria de Portobello que durante la época de la Colonia los mercaderes de Perú, Chile y México aprovechaban para transar oro a tratos muy convenientes.
Así, comenzó una época dorada de viajes y travesías indómitas, a pesar de los peligros, las grandes distancias y las enfermedades que estaban a la orden del día. En consecuencia, esta bonanza gratificaba a algunos países pero no a nuestra Colonia. La aventura de adentrarse en esta geografía tenía más dificultades que beneficios. Las flotas traían pocos bultos y de poco peso; el mismo acarreo a lomo de mula o esclavos significaba un problema logístico. Otro caso era la frecuencia de arribo de estos navíos.
Sin embargo, una segunda etapa daba inicio a mejores condiciones, con ricos mercaderes franceses y europeos poseedores de gran experiencia vía Cabo de Hornos (entre 1687 y 1712), enriqueciendo los enseres y menajes de las casas, calesas, carrozas y toda clase de lujos imitados del viejo continente.
Uno de los primeros buques franceses llegó a Valparaíso en 1701, era la fragata Aurora, al mando de Mr. Rogadier.
En 1712 la cantidad de naves crecía exponencialmente a tal punto que los españoles llegarían a decir que en vez de balas tiraban “pesos fuertes”, aprobando con buenos ojos el intercambio comercial que permitía un evidente desarrollo de la Colonia.
Muchos ilustres franceses llegaban a costas chilenas; los Lois, Morandé, Letelier, Lavigne y nuestro conocido Dunose que se casó con una hermosa dama criolla en 1739.
Su próspera propiedad da el nombre al actual pueblo de Nos, ubicado en el sector sur de San Bernardo. Dunose fue atraído por la calidad de los parronales, el buen clima y la vida social de los otrora llanos estériles.
En 1762, el Rey de España le concede el permiso oficial y definitivo para quedarse en nuestro país.
“Desde esa época datan también muchos de esos apellidos que antes se reputaban heréticos, y que han entrado después a amalgamarse como un elemento de vigorosa vitalidad en el fondo inerme de la antigua estirpe colonial. Los Lois, los Morandé, los Fabre, los Montané, los Letelier, los Pradel, son más o menos de esa época. Más tarde vinieron otros que avecindaron su sangre y su nombre como los Breton, los Breyner de cuya estirpe fue Francisco Bilbao, los Castellon, los Lefebre, los Picart (Picarte), los Taforeau, Droguet, Subercaseaux, Lavigne, Dunose y otros cuya raza se ha extinguido. Fue el último nombrado marido de una acaudalada y hermosa cacica del Maipo, y de él trae su nombre españolizado o más bien latinizado de lo Denos o lo Nos que era una de sus propiedades” (Benjamín Vicuña Mackenna, Historia Crítica y Social de la Ciudad de Santiago, desde su Fundación hasta nuestros días 1541-1868, tomo II)
Fotografías: Colección Julio Bertrand Vidal (1888-1918), "San Bernardo, Chile, entre 1905 y 1907, "Campo Nos", Biblioteca Nacional Digital