Del libro “Gran Avenida”, 3° lugar Premio Municipal de Literatura 2021
Entre abril y mayo de 1874, Benjamín Vicuña Mackenna, junto a una comitiva de 10 personas, entre las que se encontraban ingenieros, policías, secretarios y mozos visitaron la ciudad de San Bernardo (Departamento de La Victoria). En el curso de su recorrido, el Intendente pudo constatar el estado de las calles:
“La ciudad de San Bernardo es de bonito aspecto. Sus calles son tiradas a cordel, de norte a sur, y se cortan con las transversales que corren de este a oeste. De todas las calles de San Bernardo, una sola cuadra, en la del Estado que arranca en la Plaza hacia el sur, está pavimentada con piedra de río. Esta falta, que existe asimismo en las cabeceras de los otros departamentos, se hace sumamente notoria en San Bernardo por la calidad del terreno que es suelto y terroso, lo cual da para el verano densas polvaredas”– observó.
Infructuoso había sido el intento del Gobernador para que los dueños de las quintas empedraran las entradas a sus propiedades debido a los escasos recursos municipales, por lo que echó a andar una vieja Ley del año 1847 que obligaba a los vecinos de San Bernardo a hacerlo, pese a no haber sido aprobada por el poder legislativo.
“La ciudad de San Bernardo cuenta con algunos edificios públicos, muchos pertenecientes a los vecinos que son elegantes en su construcción, especialmente algunas quintas; lo que ha hecho mirar, desde hace poco tiempo, a esta ciudad respecto de Santiago, como Viña del Mar o Limache con referencia a Valparaíso: el punto de recreo de los veranos y de los días festivos.
La iglesia parroquial es sencilla pero de bonito aspecto.
La recova de San Bernardo es pequeña, pero aseada. El edificio que sirve al cuartel de policía y cárcel está situado en la misma plaza inmediato a la gobernación y es de un interior grave pero elegante, siendo muy a propósito para su objeto” – señaló la comisión encabezada por Vicuña Mackenna.Llamó su atención el funcionamiento de baños públicos gratuitos atendidos por un señor de apellido Lavanderos, y que eran costeados por la municipalidad por 136 pesos anuales.
Los populares baños públicos de San Bernardo en la Avenida Colón
El monumento a nuestro fundador, don Domingo Eyzaguirre aún no se encontraba erigido. Recién, en 1872 se nombró la comisión y comenzó la campaña para juntar fondos.
En un comienzo, se pensó que el escultor Nicanor Plaza trabajaría la figura en mármol, sin embargo fue fundida en bronce en la Escuela de Artes y Oficios de Santiago, descansando sobre un pedestal con lozas traídas de las canteras de Regolemo, del departamento de Caupolicán e inaugurada el 9 de febrero de 1884.
La estatua mide 2 metros 55 centímetros de altura y 10 centímetros de espesor del zócalo donde descansa: “Está de pie, su frente mira al sur, a su derecha está un “pie de cabra”, emblema del Canal de Maipo, una de sus importantes obras, apoyando ligeramente la mano derecha en ese pie de Cabra, y a la izquierda, a la altura del pecho, figura en bronce un rollo de papel medio desenvuelto, en el cual está trazado el plano de la ciudad de San Bernardo, con su capa terciada negligentemente y en actitud meditabunda, estudia el plano de la ciudad”.
En San Bernardo, el total de ingresos municipales era de $ 11.159, mientras que los gastos ascendían a $ 12.873
Las mayores partidas de ingresos para la municipalidad provenían de patentes y contribuciones por concepto de serenos y alumbrados, mientras que la mayoría de los egresos pertenecía a la mantención de la policía de seguridad, $ 4.523, para un comandante y dieciocho soldados montados a caballo. El sueldo de 5 guardias carceleros, era pagado por el Estado y el aseo se mantenía gracias a la municipalidad, dueña de un carretón.
Otras erogaciones venían de fundos divididos en hijuelas, como era el caso de Calera que pagaba $ 4.500, Peral $ 2.250, Lo Herrera $ 1.530, Tango $ 1.374 y Santa Cruz $ 810
En ámbitos mayores, todo el Departamento de la Victoria recibía tributos por concepto de: diversiones públicas, carnes muertas, reñideros de gallos, carreras de caballos, multas, canchas de bolas, censos, arriendos de recovas, pregonería, contribuciones de carruajes, canchas de palitroques y billares, entre otros.
El estado de los caminos rurales era deplorable; cada invierno se formaban espesos barros faldeando el cerro Cucara que de vez en cuando despedía sendos peñascos que obstaculizaban la peligrosa ruta visitada por bandidos y salteadores de caminos.
El trayecto que unía El Mariscal con San José de Maipo no era la excepción y en terrenos aledaños a los molinos, los desagües en la vía pública provocaban desgaste y destrucción de las vías. La única ruta en buen estado que conectaba con Santiago era la de Los Morros.