Documentos históricos ilustran el nacimiento de nuestra villa y su vínculo desde La Cañada; un camino bautizado por los españoles en lo que fuera un antiguo brazo del Mapocho antes de resecarse y después convertido en un desagradable basural rodeado de barro y piedras. En el siglo XIX, la Cañada se transformó en el actual paseo de la Alameda (al comienzo tenía cuatro hileras de Álamos).
La ruta conectaba con calle San Diego hacia el sur por el “Camino de la Frontera”, o popularmente conocido como “Camino de la Polvareda” que convergía en los “Llanos de Lepe”:“Hemos visto ya que al sur de la ciudad de Santiago, y a continuación de las chacras que allí se concedieron, se extendía un amplio llano inhóspito y estéril que los documentos antiguos calificaban como “cascajal”. Las chacras cuyas cabezadas estaban en la Cañada, sólo llegaban hasta donde era posible regar las tierras con la acequia del Socorro. Más allá, todo era aridez.
Esta extensa pampa, a las puertas mismas de la ciudad, era el “Llano de Lepe” o “Llano de Maipo”, privado de todo riego, resecado por el sol y absolutamente inapto para cultivo, no prestaba utilidad alguna. Por él corría hacia el sur el primer tramo del Camino de La Frontera; y de oriente a poniente era cruzado por el Zanjón de la Aguada. Sólo crecían en sus tierras resecas algunos matorrales y pequeños grupos de espinos y algarrobos, según el libro “Historia de Santiago”, de René León Echaiz.Recordemos que antes del período colonial, estas tierras fueron habitadas por Picunches (Pikunches), y anexadas posteriormente por el imperio Inca desde El Cuzco, vadeando con el “Qhapac Ñan” o camino del Inca; complejo sistema vial andino, columna vertebral de todo el poder político y cultural del Tawantinsuyo, una eficaz red de más de 30.000 kilómetros que unía centros ceremoniales, como el pucará (pukará) de Chena.
Los incas cruzaron la Cordillera de Los Andes para establecer una red caminera sin precedentes en toda la historia humana, para adaptarse a una topografía adversa e intercambiar su cultura, su comercio y su cosmovisión.
El cronista español Gerónimo de Vivar (Gerónimo de Bibar, Natural de Burgos), en 1558, relata la existencia de dos puentes colgantes sobre el río Maipo, ubicados aproximadamente donde se halla en la actualidad el puente de “Los Morros”:
“Viendo el general sus cautelas, cabalgó con veinte de a caballo y fue a correr toda la tierra del río y miró si hallar pudiese algún sitio para hacer “una puente” porque no peligrasen los indios, caminando por las riberas del río Maipo.
Halló un sitio donde los Incas hicieron “una puente” cuando vinieron a conquistar esta tierra y estaba el sitio arruinado. Fue más adelante y halló sitio y lugar oportuno puesto que los maesos (sic) (maestros de obra) lo hallaban dificultoso. Al general le pareció conveniente lugar y mandó que allí se hiciese con toda la brevedad y luego mandó traer madera…”El historiador Félix Miranda Salas, corroboró la existencia de un puente construido por los Incas sobre el río Maipo, el año 1440, sobre un cauce muy estrecho donde soportaría las crecidas de la corriente. Construcción que databa desde la expedición de Sinchiruca, enviado de Tupac Yupanqui, junto a 5.000 hombres, llegando incluso hasta el río Maule.
En las Actas del Cabildo de Santiago, en el Chile Colonial, ya comienza a tomar forma la idea de construir un puente sobre el río Maipo (13 de marzo de 1574), encontrando una “Provisión Real”librada en Concepción, por la Audiencia para que “las justicias de Santiago reciban información sobre la utilidad que resulta al público, hacer un puente en el río Maipo y determinar si con vista de ella si se debe hacer “derrama” para construirlo”.
Como paréntesis, en las Actas de 1669 enumera las necesidades de obras públicas de la ciudad de Santiago y entre ellas vuelve a aparecer el puente Maipo, que es pensado con un sistema de cables, para sostenerlo.
Basado en el libro “Becerro”, que contiene las Actas más antiguas del Cabildo, es posible enterarse de curiosas noticias y descubrimientos a la sazón de nuevas prohibiciones y resguardos en pro del “Reyno”.
El derecho de propiedad es un asunto muy serio que es tratado en forma abierta y pertinente, por ejemplo, en 1545 se estipula claramente la prohibición de tomar caballos prestados sin licencia de sus dueños o hacer adobes en solares ajenos.
En 1549, el Procurador de la ciudad presentó una solicitud al Gobernador para que los solares fueran pedidos al Cabildo y que la madera que estaba en la ribera del río Maipo fuera para los “propios” de esta ciudad, con todo lo demás, incluyendo montes, para que así ninguna tierra o estancia fuera ocupada sin previsión de los “Señores del Cabildo”.
En cuanto a la madera explotada desde la ribera del río Maipo, ésta no pertenecía a Santiago, sino que era propiedad del cacique “Millacaza…” (sic) (Millacura?), desde la sierra al mar. Era obligatorio solicitar un permiso para cortar la madera en esta extensa faja, muy importante para satisfacer la alta demanda de construcción en Santiago.
Uno de los permisos concedidos a Pedro de Miranda, Rodrigo de Quiroga y Alonso Escobar, consta en el Acta del Cabildo del 23 de noviembre de 1651 que el primer bosque del cual se echó mano para edificar Santiago fue en los terrenos de La Dehesa, que poseía árboles corpulentos, especialmente canelos que crecían en el río, muy utilizados para vigas, junto a la explotación maderera de la localidad de El Monte, sitio clave para la construcción de Santiago del siglo XVII.
Se dice que la enorme viga que sostiene el arco toral del presbítero de San Francisco fue traída de un árbol que creció en “La Granja”, pero al igual que los Llanos de Maipo, éstas tierras no ofrecían nada interesante para tal labor. Distinto es el caso de las maderas del Maule, que sí fueron usadas desde comienzos de la Conquista, por su abundancia y la presencia de robles para construcción de navíos.
Posteriormente, la primera merced de tierra de todo el sector que hoy conocemos como Provincia de Maipo, la obtuvo el conquistador español Juan Jufré, en 1576, abarcando faldeos cordilleranos del oriente, hasta el Camino Real del vado o Paso de Tango sobre el Río Maipo, al poniente, que posiblemente corresponda a la actual Panamericana.“(sic)…E por esta causa los señores del Cabildo, platicando en lo que fuese bueno en cumplimiento del dicho mandamiento del dicho señor gobernador, que fue presentado por el dicho capitán Juan Jufré, dijeron: que ellos le señalaban y le señalaron en un pueblo de su parte del río Maipo, que era de los mitimaes del Inga (Inca) y está despoblado; y que en el dicho asiento le darán tierras al dicho capitán Jufré…”
Antecedentes que constan en Actas del Cabildo de Santiago, sin embargo, en la celebración del Cabildo (2 de junio de 1547), el ciudadano Pedro de Villagra pidió a esta audiencia tierras en la ribera de Maipo, para una estancia de pasto y labor, en la propiedad de Guachinpilla, Cacique de Marcos Veas.
“Cometióse (sic) a Joan Fernández Alderete , alcalde y a Francisco de Aguirre, rejidor, para se las señalar y deslindar y amojonar; y diósele en la manera siguiente…”
No se otorgaron estas tierras a Pedro de Villagra, por cuanto Marcos Veas, vecino de la ciudad de Santiago, aclamó que eran suyas.
Desde el área denominada Zanjón de la Aguada, limitando con la ciudad de Santiago, por el norte, hasta la ribera del Río Maipo, por el sur, se conocían como tierras del “Chequén”, refiriéndose a un cerro ubicado en los faldeos cordilleranos, actuales comunas de La Florida y Puente Alto.
Jufré murió en Santiago, en 1578 y sus hijos vendieron las tierras del “Chequén”y “Chequencito”o “Chequencillo” en 1628, dividiéndose en muchas otras propiedades, grandes y pequeñas, regadas naturalmente con aguas del río Maipo.
Ginés de Lillo, Maestre de Campo, fue nombrado en 1603 “visitador de tierras”, con el objeto de mensurar las “tierras del Reino”, estableciendo límites.
Visitó grandes dominios, comenzando en Ñuñoa, luego hacia las faldas de los cerros, continuando con Tobalaba, Peñalolén, Maipo, Huechuraba, Tango, y más hacia el sur; Viña del Mar, Ocoa, Quillota.
En el libro “Mensura General de Tierras (1602-1605)”, el Valle (Llano) de Maipo es citado en diversas ocasiones, evidenciando el interés por estas tierras y el título o mayorazgo de ellas para su aprovechamiento y explotación.
En el libro leemos, por ejemplo, el título que Ruíz de Gamboa da a Diego Cifontes de Medina (sic):“El mariscal Martín Ruiz de Gamboa, gobernador, capitán general y justicia mayor en este reino de Chile, por Su Majestad, etc.
Por cuanto por parte de Diego Cifontes de Medina se me ha fecho (sic) relación diciendo que ha más tiempo de veinte y cuatro años que entró en este dicho reino, donde ha servido a Su Majestad en lo que se ha ofrecido, y en la guerra que contra los indios rebelados en este reino se ha tenido y tiene, y que está casado y avecindado en esta ciudad de Santiago, donde tiene su casa, mujer, hijos y familia, y padece necesidad de tierras para sus chácaras y sementeras, que me pedía y suplicaba le hiciese merced de un pedazo de tierras en la cantidad, parte y lugar que fuere mi voluntad, y por mi visto túvelo por bien, y mandé dar y di el presente, por el cual en nombre de Su Majestad, y en virtud de la real cedula que para ello tengo, que por su notoriedad aquí no va inserta, hago merced al dicho Diego Cifontes de Medina de cuatrocientas cuadras de tierras, las doscientas de ellas en las riberas de Maipo, de una parte y de otra del río, que corran desde la puente del dicho rio de Maipo para abajo hacia Tango en esta manera, que si no hubiere la cuantía de las dichas doscientas cuadras de esta parte del dicho río hacia esta ciudad de Santiago, se le cumplan de la otra parte hacia el rio Claro, o de la dicha puente el rio arriba, de una parte y de otra, como mejor lugar haya a escoger de el dicho Diego Cifontes de Medina, y las otras doscientas cuadras a cumplimiento de las dichas cuatrocientas han de ser en las tierras llamadas Lonquén, que lindan con otro pedazo de tierras de que hice merced a Rodrigo Ramos de Moscoso, por arriba o por abajo, o por los lados, o por la parte que mejor lugar haya a vuestro escoger, y si la dicha cantidad de las dichas doscientas cuadras de las tierras de las riberas de Maipo no hubiere cumplimiento, se cumplan en las tierras de Lonquén…”La historia nombra mercedes de tierra entregadas a los españoles, mucho tiempo después que los primeros habitantes de esta zona construyeran bocatomas del río, tras el asentamiento hispano en el siglo XVI; numerosas acequias estaban en desuso, y correspondía regar el terreno pedregoso de forma más eficiente.
La segunda merced la obtiene un carpintero de nombre Mateo de Lepe, quienes aseguran es autor del ornamento de la iglesia de San Francisco, el año 1627.
Lepe murió en 1644 y en un período de diez años, sus descendientes vendieron la mitad de la merced de su progenitor a diversos propietarios, entre éstos la familia Espejo, donde encontramos al General Gutiérrez de Espejo, miembro de la comitiva del Gobernador Tomás Marín de Poveda.
En el siglo XVIII en un pedazo de las tierras de Lepe se instaló el fundo San Nicolás de Tango.
En 1732 lo compró el comerciante José de Perochena y años más tarde su viuda, Francisca Javiera Espejo, lo vendió al capitán José Pérez García, el cronista. Cuando su hijo Santiago Pérez dividió el fundo entre sus hijos Pérez Mascayano – 1830 – lo llamó “Chena”.
En 1726 los jesuitas hicieron una bocatoma y un canal para regar sus tierras de Tango, un poco más al sur de San Bernardo, comprobando la factibilidad y permanencia de esta idea.
Una sequía en 1742 dio urgencia al proyecto del canal y los propietarios que sucedieron a Jufré y Lepe pensaron no solo en regar el pasto para sus animales sino en la plusvalía que podrían tener sus terrenos si pasaban de rulo a riego.
Recordemos que las haciendas de “El Bajo” y “Espejo” y las tierras de “Lepe” o “Llanos del Maipo” fueron legadas por don Pedro del Villar en tres mil pesos de ocho reales, “en efectivo de contado y sobre una subasta pública”, luego cedidas al Hospital San Juan de Dios, que en su conjunto abarcaban unas 20 mil cuadras aproximadamente.“Gran parte de estas tierras habían pertenecido a la familia Gutiérrez de Espejo, descendiente del General Pedro Gutiérrez de Espejo, que había llegado a Chile con el Gobernador Marín de Poveda; y era destinada en algunos sectores a crianza de ganado. Del nombre de estos propietarios vino la denominación de “Lo Espejo”, que se mantuvo para una hijuela de ella” – relata René León Echaiz en su libro “Historia de Santiago”, tomo II, la República, y añade que la familia Espejo las vendió a don Pedro del Villar, famoso cubano y primer fabricante de chicha en nuestro país, llamado cariñosamente “Chiñongo”.
Tuvo la visión de plantar dos viñas junto a un canal de regadío cercano a la hacienda de los Jesuitas de Calera de Tango. Esto puso en evidencia que los llanos no eran estériles; muy por el contrario; aptos para todo tipo de agricultura.
Tras su muerte, las tierras fueron donadas al hospital San Juan de Dios. En su testamento, escrito ante Agustín Díaz, Escribano de su Majestad, en abril de 1804, nos narra:“Ordeno y mando que todos los fundos rústicos de mi particular dominio con todo lo edificado y plantado en ellos, los utensilios, herramientas y aperos que en ellos se encuentren, a excepción de los ganados mayores y menores, queden por fundo y capital con el remanente de todos los demás de mis bienes para la fundación de un hospital que ha de erigirse impetrando para ello la licencia del Rey Nuestro Señor”.
“Se erigirá el nuevo hospital que llevo ordenado bajo el nombre Hospital Patriótico del Señor San Juan de Dios”.En 1816, Marcó del Pont autorizó al hospital a vender 4.962 cuadras, en hijuelas de 4 pesos cada una.
Durante el gobierno de Bernardo O’Higgins, un 9 de enero de 1821, por acuerdo del Senado, se vendieron 4.000 cuadras a don Fernando Errázuriz para la hacienda de Lo Espejo, después, el 9 de febrero del mismo año se loteó en subasta pública.
Así, el Llano de Maipo “se dividió en hijuelas de diez cuadras por lado; y cada una, a su vez, en lotes de cinco cuadras”, con derechos de agua del canal San Carlos que estaba en plena etapa de construcción y que más tarde, permitió reconvertir estos secos parajes en atractivos vergeles de veraneo para la elite santiaguina.
A través de un acuerdo del Senado, en 1821, se ordenó reservar en el centro un área de treinta y seis cuadras y cien más para el establecimiento de la villa, un sitio para iglesia, una escuela primaria de letras y solares reservados para los militares y las viudas de las guerras de la independencia.
Esta labor fue encomendada a don Domingo Eyzaguirre, bajo la dirección del Director Supremo que a su honor debemos el nombre de nuestra ciudad.
Más tarde, el 27 de septiembre de 1830 se confirmó su título como villa de la República y capital del Departamento de La Victoria en 1834, que abarcaba una extensa zona geográfica, extendiéndose entre el Zanjón de la Aguada, río Maipo y Melipilla, con varias subdelegaciones: San José de Maipo, Talagante, Puente Alto, El Volcán, Bajos de Mena, Malloco, Peñaflor, Isla de Maipo, Tango, Santa Cruz de la Victoria, Nos, Calera de Tango, Tres Acequias y San Agustín de Tango.
Para Vicuña Mackenna, el Llano de Maipo era un “auténtico cascajal con su peculiar aridez antes del riego”.
Sus escritos incorporan al viejo camino de “San Diego” (llamado así en honor a la efigie de San Diego de Sevilla, instalada por la Orden de San Francisco en 1554), que conecta con “el puente de maromas de Maipo” y “una arteria de comunicación, la ruta militar de Chile, calcada sobre el camino del Inca”.Vicente Pérez Rosales, en su libro “Recuerdos del Pasado”, escribe:
“El Llano de Maipo, verdadera hornaza donde el sol estival caldeaba sin contrapeso el sediento pedrero, sólo ostentaba en vez de árboles, descoloridos romeros, y en vez de pastos el fugaz Pelo de ratón. Allí, según el poético decir de nuestros huasos, ni el canto de las diucas se escuchaba.
¡Quién al contemplar la satisfecha sorna de nuestro modo material de hilar la vida, hubiera podido adivinar entonces, que andando el tiempo, esos inútiles eriazos visitados por primera vez el año 20 por el turbio Maipo, época en que este río unió parte de su fecundo caudal con las escasas y siempre disputadas aguas del Mapocho, habían de ser los mismos por donde ahora brame y corre la locomotora a través de frescos arboledos (sic)… que circundan mil valiosas heredades rústicas, en cada una de las cuales la industria, el arte y las comodidades de la vida parece que hubiesen encontrado su natural asiento!”.José Zapiola, autor del libro “Recuerdos de Treinta Años” relata:
”Entonces el llano de Maipo no tenía un solo arbusto y sus siete leguas de anchura no eran más que un arenal no interrumpido entre el Mapocho y el Maipo por no correr por esa gran extensión ni un hilo de agua.
Esa polvareda la levantaba la multitud de gente de a caballo y de a pie de los pueblos del sur, que buscaba un asilo en la capital.
Entre esa multitud de familias, pobres casi en su totalidad, venían gran parte de soldados y no pocos oficiales del ejército más brillante que hasta entonces había tenido Chile”.No menos curiosos eran los folletos turísticos que ilustraban con poco entusiasmo los villorrios de este llano:
“Sobre el mismo camino del Sur y a cuatro leguas de Santiago, se encuentra el pueblo de San Bernardo, capital del departamento de la Victoria, con una población de 12.609 habitantes. Es extenso y lleno de arboledas, pero completamente deshabitado a causa de su proximidad a Santiago: nadie edifica en él. Ese fue el primer punto de los alrededores de Santiago que visitaron los paseantes en vacaciones. Los viejos cuentan tradiciones extraordinarias de lo que allí pasaba en otro tiempo, y las viejas callan ruborizadas al oírlas. Hoy ha caído en el abandono, aunque suele poblarse pasajeramente los días de carnaval. Formando un curioso contraste con su antigua fama, San Bernardo es hoy un paseo casi tétrico, al que sólo concurre la gente seria, y donde se despliega la misma fría y severa etiqueta y el mismo lujo que en los salones de Santiago. Posee unos hermosos baños con buenas aguas, aunque no muy claras.
Al Sur y Oriente de San Bernardo se extienden las grandes haciendas de Tango y del Peral; y más allá el río Maipo, que divide el valle desde los Andes hasta el Pacífico, dejando entre él y el Mapocho una zona espaciosa, que comprende una grande extensión de Cordillera” – se lee.
En 1894 las carretelas que hacían viajes fuera de Santiago, partían desde el lugar llamado “Cajitas de Agua”, actualmente lo que conocemos como Plaza Baquedano, Plaza Italia o Plaza Dignidad. Desde allí se viajaba hacia Las Condes.
Las carretelas que partían desde San Bernardo (1854) cobraban 50 centavos hasta Lo Herrera, a Lonquén 60, a los Bajos de San Agustín 20 centavos. Mientras que de Puente Alto a San José de Maipo el pasaje era de $ 2,50
Caminos de Santiago a San Bernardo en 1857 por A. Pissis por orden del Presidente Manuel Montt
Caminos de Santiago a San Bernardo por A. Pissis 1873
Caminos de Santiago a San Bernardo por A. Pissis 1884
Imagen portada: Edo. Diógenes y Edo. Valenzuela O., 1922 ([Santiago] : Empresa Ed. de Planos de Ciudades de Santiago)