Doctor en Comunicación, Universidad UNIACC, vecino de San Bernardo
L a Prospectiva es la ciencia que estudia el futuro y que, desde hace ya varias décadas (1950), se aplica como estrategia de desarrollo en países que hoy se ubican con los mejores estándares de calidad de vida en el mundo, precisamente porque planifican, proyectan e implementan su futuro a largo, mediano y corto plazo. De esta forma, se anticipan al conocimiento de sus problemas y a la vez, a sus propias soluciones definitivas. Pues, mediante la aplicación de estas estrategias se convierten en países desarrollados e, incluso, como sucede actualmente con una minoría de países, en sociedades súper-desarrolladas.
Es decir, el futuro no se puede dejar al azar ni sujeto a las circunstancias propias de una rutina en crisis. No. Pues bien, esta realidad es la que acontece, lamentablemente, en países y sociedades subdesarrolladas, en que los problemas y crisis se acumulan y se resuelven a medias a través de soluciones parciales, generando, así, una subcultura de la postergación.
Ahora bien, para efectuar una proyección de futuro, por ejemplo, para nuestra ciudad de San Bernardo, tendríamos que partir por enfocar, analizar y valorar su pasado así como su tiempo presente y, desde estas bases, podríamos proyectar su porvenir.
Si partimos por su pasado, nos encontramos con un pueblo agrícola situado en la entrada sur de Santiago, que hoy cumple 200 años de vida y que, un siglo después de su nacimiento, se llenó de gloria en el contexto de la productividad de Chile, al fundarse y activarse la Maestranza de Ferrocarriles de San Bernardo entre 1916 y 1921. En sus instalaciones, en la década de 1940, se construyeron íntegramente 8 ferrocarriles con sus máquinas y carruajes, como expresión de una política de independencia económica del país promovida por los gobiernos de Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos.
Hoy, como una reliquia de su pasado reciente, la Maestranza aparece como el principal testimonio desde el cual observar su presente, el tiempo actual de San Bernardo. Se trata de una ciudad que ha crecido notoriamente en las últimas décadas, debido a su calidad de plaza comercial de la zona sur de la Región Metropolitana, así como al surgimiento continuo de conjuntos habitacionales, superando, actualmente, una población de más de 301.313 habitantes (INE, 2017). Su dinamismo comercial la convierte en una ciudad que crece hacia los lados y hacia arriba, con la multiplicación de nuevas poblaciones y edificios. Desde esta realidad presente hemos de preguntarnos acerca de las fortalezas y debilidades de su expansión urbana. Contestar preguntas esenciales nos permitirá trazarnos nuestro propio diagnóstico de la ciudad:
¿Se trata de un crecimiento armónico y sustentable? ¿O éste se limita a algunas zonas mientras otras presentan graves deficiencias y pobreza en su calidad de vida urbana? Tratándose de una ciudad de reciente expansión: ¿Presenta focos caóticos de tránsito vehicular y de creciente atochamiento? ¿Existen planes y proyectos viales que resuelvan estos nudos urbanos en el presente y en su proyección hacia el futuro?
Estas y otras interrogantes, propias de necesidades en sus áreas vitales (salud, educación, vivienda, diseño urbano) han de conjugarse con sus necesidades culturales relacionadas, en particular, con su memoria histórica y patrimonio cultural. Pues bien: ¿Conoce y valora la ciudadanía de San Bernardo, por ejemplo, el significado histórico de su Maestranza? ¿Se convertirá este recinto en un futuro centro educativo, cultural y turístico, además de boulevard comercial, dado que, lamentablemente, el mismo Estado de Chile que la declaró Monumento Nacional en 2010 la privatizó, antes, en 1995? ¿Cómo entender esta contradicción en un Estado que declara valorar su patrimonio histórico?
El análisis y respuesta a estas y otras interrogantes sobre nuestro pasado y presente nos permitirá iniciar, adecuadamente, una proyección de futuro de San Bernardo. A partir de ese proceso, podremos concluir en todo aquello que esencialmente necesitamos. Pues, si queremos llegar a convertirnos, precisamente, en esa ciudad sustentable hacia el futuro, hemos de partir por valorar nuestro propio pasado histórico para, luego, enfocar con valentía y claridad nuestro presente.
El primer paso, desde luego, es pensar el futuro. Proyectar sus escenarios probables, tomar consciencia tanto de sus oportunidades como de sus amenazas, sus fortalezas y debilidades. ¿Cómo aprovecharemos las primeras y cómo enfrentaremos las segundas? Luego, los métodos de la Prospectiva nos ayudarán a proyectarnos a 10, 20, 30, 40 años o más hacia adelante. En ese proceso obtendremos como respuesta qué es lo que debemos y necesitamos comenzar a hacer hoy. El punto de partida será mirar hacia el futuro y, a la par, iniciar el debate para realizar ese futuro, con realismo, claridad, decisión y voluntad.