L a relación que existe entre San Bernardo y su patrimonio arbóreo es muy estrecha y se yergue en cada patio de cada esquina, en particular siguiendo los cursos de agua que permitían regar casas, quintas y chacras urbanas.
“Nos echamos a caminar por las semidormidas calles del pueblo, anchas y acogedoras, con sus árboles frondosos y sus cantarinas acequias de agua que arrastraban hojas y flores silvestres. ¡Qué paz, qué perfume de jardín añejo y patriarcal venido por encima de viejas tapias y de casas herméticas y pensativas!”– exclamó Fernando Santiván en su novela “Memorias de un Tolstoyano”, al recorrer las calles de San Bernardo junto a su amigos Augusto D’Halmar y Julio Ortiz de Zárate con la idea de fundar la Colonia Tolstoyana.
“Gran parte de los pobladores eran personas pudientes de Santiago, que hacían su aparición en las viejas quintas en la época veraniega. San Bernardo debió ser, en un tiempo, como alguno de esos pueblecitos costeños o rurales donde las familias buscaban paz y descanso, tales como Algarrobo, residencia veraniega de presidentes de la nación; Quillota o Limache, refugio de comerciantes del puerto.
No era raro encontrar, en las sombreadas calles, ricos atalajes que pertenecían a familias históricas, como los Balmaceda o los Errázuriz, o más recientes, como los Ortúzar, García de la Huerta, Pinto Agüero u Olguín. La mayor parte eran dueños de casonas en la ciudad o en los alrededores, con fundos y viñedos.
Formaban una sociedad aislada y tranquila, entregada al dulce saboreo de los placeres agrarios”– agregó Santiván, en esta notable descripción, no obstante, a más cien años el paisaje ha cambiado dramáticamente.
Con menos terreno y superficie cultivable, San Bernardo ha permitido una deforestación sostenida y con ello un cambio radical en su paisaje, ya nada queda de su explotación comercial de árboles frutales u ornamentales, salvo breves vestigios que subyacen en avenida principales.
¿Avenida Portales sin árboles?, pues…no. Mismo caso para sus parques y plazas que resisten el paso frenético de la urbe descontrolada e informe.
Nuestros cerros-isla en la punta de lanza resistiendo megaproyectos inmobiliarios e industriales que dejan su estela de zonas sacrificables y en medio de éstos aparecen pequeños tesoros.
Revisemos entonces el caso de las higueras, cada vez más escasas, pero si buscamos, encontraremos ejemplares muy antiguos con extrañas marcas alrededor de sus troncos, tallados de pies o manos, perforaciones que con el tiempo han cicatrizado hasta formar parte de la estructura misma del árbol.
La creencia atribuye dones mágicos a la higuera, para curar males y enfermedades que son absorbidas a través del tronco y por ende hacia las raíces y la tierra.
En algunas casas de San Bernardo quedan troncos rigurosamente dibujados desde donde emergen siluetas de pies y manos.
Oreste Plath, en su libro “Folklore Religioso Chileno”, cuenta sobre la higuera y la devoción hacia San Juan Bautista, en junio, donde se come y se bebe en abundancia durante la noche que es cuando brotan tres flores; “la del agua, la del ajo y la de la higuera”.
Se refiere además a un decir popular cuando las almas penan en noviembre: “Ánima bendita que andai penando bajo las higueras / comiéndote las brevas verdes y dejando las maduras”.
Y, continúa en el libro “El Folklore Médico de Chile”, entregando curiosas recetas:
“Para el dolor de muelas, higos fritos en leche”.
“Para cortar la diarrea infantil, con un palito de higuera joven, hacer tres cruces en la camisa del diarreico”.
“Para los malestares de cabeza, vino hervido con yemas de higuera”.
“Agua de galega hervida con raspadura de tronco de higuera o agua de palos de higuera, para los lactagogos”.
Y, para que la mujer recupere la leche que ha perdido o para que aumente la que ha disminuido, recomienda una tizana con “tres palitos de higuera”.
Por último, se refiere al trato que debe hacerse con la placenta de la madre al momento del parto y es “dejarla bajo la sombra de una higuera”.
En “El Folklore Chileno”, Oreste Plath, dice que la higuera ha tenido un rol preponderante en el folklore de todos los pueblos, “no ya por sus virtudes narcotizantes o hipnóticas, sino por la magia que ha inspirado a la mentalidad popular”,como en el caso de las antiguas casonas de San Bernardo.
Nombra a los guaraníes que tienen la creencia que en“Viernes Santo, la higuera da una sola flor muy codiciada, como un gran amuleto para la suerte”, y que “estos siempre vieron que en la higuera habitaba una especie de alma fantasma que periódicamente producía quejidos”.
Se dice que fue “el árbol de la sabiduría de cuya fruta comió Adán en el paraíso terrenal”, dicen también que “Judas se colgó de una higuera”.La imagen de Priapo, hijo de Dionisio y Afrodita, que representaba la fertilidad de la naturaleza, “estaban labradas en madera de higuera”.
Otro árbol muy presente en las casas de antaño de San Bernardo es la palma chilena que alcanza grandes alturas y es considerada una de las más bellas del mundo.
En el fundo Las Lilas de Nos, existen dos especies centenarias parecidas a las palmeras, del reino “Plantae”, cuyo nombre científico es “Cycadaceae”, o su nombre común “Cycas”, que fueron introducidas y que hoy están en peligro de extinción. Son plantas muy antiguas y que sobrevivieron a la era de los dinosaurios.
Los hacendados traían ideas del viejo mundo para construir jardines espaciosos al mejor estilo europeo e incluían glorietas, miradores, lagunas, puentes enredaderas y un gran número de árboles, para proyectar un símil de las mejores viviendas de veraneo. Es el caso del parque García de la Huerta que alberga y combina un exótico contraste tonal, liderado por; roble, álamo, aromo, patagua, cedro, palmeras, peumo, gingko, ciprés, nogal, abeto, caqui, haya, magnolio y un gran árbol de pino sobre el que pesa una de las leyendas más conocidas del pueblo.
El árbol está marcado con numerosas cruces y en su copa asoman dos ramas con forma de cuernos, signo inequívoco de un posible “pacto”.
Si seguimos buscando otro tipo de relaciones, el hospital “El Pino”, nació en la década de los ’40 para tratar a enfermos de tuberculosis extrapulmonar, y en 1947 se extendió como un sanatorio y en la década de los ’70 se integró a la red de salud sur de la capital.
Es probable que el nombre de este hospital se lo deba al terreno o chacra que tenía un árbol, como la población “5 Pinos”, donde existió un vivero.
Las conocidas “Patas de Cabra”, a orillas del río Maipo eran fabricadas con troncos viejos de árboles que junto a bolones de pesadas piedras contenían y desviaban el cauce de las aguas.
“El Canelo de Nos”, bautizado así en honor a un árbol sagrado que crece en uno de sus patios.
Gran cantidad de madera era explotada a lo largo de toda la ribera del río Maipo para hacer demanda a la creciente necesidad de Santiago para levantar sus casas.
Vicente Pérez Rosales, notable escritor, aventurero y político hace un paréntesis en su libro “Recuerdos del Pasado”, publicado en 1882:
“El Llano de Maipo, verdadera hornaza donde el sol estival caldeaba sin contrapeso el sediento pedrero, sólo ostentaba en vez de árboles, descoloridos romeros, y en vez de pastos el fugaz Pelo de ratón. Allí, según el poético decir de nuestros huasos, ni el canto de las diucas se escuchaba.
¡Quién al contemplar la satisfecha sorna de nuestro modo material de hilar la vida, hubiera podido adivinar entonces, que andando el tiempo, esos inútiles eriazos visitados por primera vez el año 20 por el turbio Maipo, época en que este río unió parte de su fecundo caudal con las escasas y siempre disputadas aguas del Mapocho, habían de ser los mismos por donde ahora brame y corre la locomotora a través de frescos arboledos (sic)… que circundan mil valiosas heredades rústicas, en cada una de las cuales la industria, el arte y las comodidades de la vida parece que hubiesen encontrado su natural asiento!”.
2 Comments
Hola Marcelo:
Felicitaciones por tú compromiso con la Cultura y la Memoria.
Gracias por tus publicaciones.
En calle A. Prat casi esq. de Pérez, existe un Espino. Es raro encontrarlo en plena ciudad, tú sabes, esta despreciada especie arbórea, pero ahí esté, digno resistiendo el entorno hostil.
Saludos
Gracias Germán por tus comentarios y tu participación, te doy la bienvenida a este proyecto de memoria e identidad que actualizamos cada semana, para que lo recomiendes.
Sí, es raro encontrar un espino donde me señalas, visitaré el lugar para fotografiarlo.
Saludos, Marcelo Mallea H.