No hay vuelta atrás. El mundo ha cambiado y es urgente tomar acciones individuales y colectivas para adaptarnos a esta crisis climática global.
Una de esas acciones consiste en compostar y vermicompostar, dos maneras de gestionar inteligentemente nuestros residuos orgánicos provenientes de la cocina, para evitar que éstos vayan a parar al relleno sanitario junto a restos inorgánicos que más encima no son reciclados previamente. Estamos hablando de vidrio, latas, botellas plásticas, textiles, papel y otros tantos que desfilan en infinitas hileras de camiones hacia zonas de sacrificio; verdaderos valles infértiles de malos olores y percolados.
Estamos años luz de una economía circular; a pesar de esto nos comparamos con países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), organización internacional cuya misión es diseñar mejores políticas para una vida mejor.
A propósito, ¿qué dice este organismo sobre nuestro país?.
“Chile ha logrado un gran progreso durante la última década en términos de mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Desde la década de 1990, el país ha tenido un historial de crecimiento sólido y reducción de la pobreza. No obstante, en relación con otros países en el Índice de Vida Mejor, Chile tiene un desempeño inferior al promedio en ingresos, empleos, educación, calidad ambiental, conexiones sociales, compromiso cívico, seguridad y satisfacción con la vida”– aclara.
Explora también niveles críticos dentro del perfil, comparándonos con otras potencias y países desarrollados, en casi todos los indicadores estamos muy por debajo de las expectativas normales, por ejemplo en: promedio per cápita de ingreso familiar, empleabilidad, promedio de horas trabajadas, educación, niveles de contaminación, calidad del agua, participación política, y en escala del 1 al 10, la calificación de satisfacción general con la vida, un 6,2 inferior al promedio de la OCDE, que es de 6,7.
En “Ambiente”, Chile ocupa un vergonzoso penúltimo lugar, más abajo que Sudáfrica. El primer puesto lo ocupa Suecia, seguido de Finlandia.
Nuestra matriz energética renovable apenas alcanza el 24,1%.
Volviendo al tema inicial, Chile está al debe en sus compromisos ambientales; las estadísticas así lo demuestran. Hemos retrocedido en materias importantes; seguridad, educación, equilibrio trabajo-vida, salud, compromiso civil, y un prolongado etcétera que nos hace plantearnos si vamos por buen camino.
Por eso, separar los residuos orgánicos es la clave para brindarnos una mejor calidad de vida, pensando en verde y en colectivo. Poder entender que la basura no existe, ¡sí!, no existe, sólo generamos recursos.
Podemos decir que día a día estamos botando dinero a la basura y que algunos los utilizan para generar beneficios económicos. Pero, ¿qué pasaría si tuviéramos la oportunidad de girar la matriz y convertirnos en potenciales proveedores de recursos?.
Aquí el compostaje juega un rol significativo. Este proceso biológico de oxidación bien manejado no produce problemas.
Al cabo de unos meses estaremos cosechando “compost”, uno de los mejores abonos orgánicos naturales para fertilizar la tierra.
El 50% de los residuos que generamos son orgánicos y realizar el trabajo de compostaje doméstico nos libera de muchos problemas, porque: reduce la cantidad de materia orgánica que va a los vertederos, reducimos la cantidad de fertilizantes inorgánicos, ahorramos agua porque ésta se retiene en el compost, aportamos los nutrientes para el crecimiento de las plantas, y, lo más importante, nos hacemos cargo de lo que producimos sin traspasárselos a “otros”, siendo corresponsables de la crisis climática.
El mundo nos exige sostenibilidad. Tenemos la respuesta, pero nos falta actuar.
Miremos a nuestro rededor, descubramos los beneficios de regresar a lo primigenio, como dije, a compostar o vermicompostar, esta apasionante técnica que utiliza la lombriz roja californiana (Eisenia foetida), para degradar los residuos orgánicos de manera rápida. Las lombrices ingieren más del 50% de su peso en alimento, dejando como producto el “humus”, un abono orgánico insuperable que contiene una carga microbiana superior al compost tradicional, que aporta nutrientes al suelo, ricos en nitrógeno, potasio y fósforo, mejorando así su estructura.
Saquemos la cuenta.
Si cada persona produce un kilo de basura diaria, y el 50% son residuos orgánicos (restos de frutas y verduras), estaríamos generando más de 126 kilos per cápita al año.
Según el informe “Estado del Medio Ambiente” publicado en 2020, Chile generó 19,26 millones de toneladas de residuos sólidos anuales. 55% fue de origen industrial y 42% domiciliario.
De este total, sólo se valorizó o reciclo un 22%, y el resto, 78% se perdió en las grandes montañas de basura de los rellenos sanitarios.
El informe también reveló que un 45% de los residuos son producidos en la Región Metropolitana.
Afortunadamente, existen personas, organizaciones y colectivos que ya lo están haciendo, de manera silenciosa y responsable.
Es el ejemplo de una comunidad en villa Maestranza de San Bernardo que ha comenzado a vermicompostar gracias a un proyecto financiado por el Fondo de Fortalecimiento de Organizaciones de Interés Público del Ministerio Secretaría General de Gobierno, organizado por el Centro de Desarrollo Social “Maestranza + Cultura”, adjudicataria de estos recursos que vio en esto una propuesta eficiente y acorde con los tiempos que estamos viviendo.
Desde ahora, cada grupo familiar fue capacitado para esta tarea a través de un kit compuesto por una vermicompostera y un núcleo de lombrices rojas, listas para empezar la tarea.
“Nuestra organización trabaja desde hace más de 3 años en temáticas medioambientales, organizando reforestaciones y campañas de concientización y educación ambiental.
Esta vez quisimos dar un paso más y hacer un llamado de atención de esta urgencia climática que estamos viviendo. Si bien es apenas una gota de agua dentro de este inmenso océano, es un comienzo, una manera de cambiar hábitos, creando conciencia, difundiendo ideas proactivas que están a nuestro alcance.
En esta primera etapa, que hemos llamado piloto, 15 familias serán beneficiadas directamente, además dos establecimientos educacionales, para el próximo año extendernos a más personas y colegios.
Sin embargo, es una tarea que involucra a más actores, en un círculo virtuoso de toda la comunidad, el gobierno local, empresarios, y el gobierno.
Es momento de abrir los ojos, mirar más allá del metro cuadrado. Ser capaces de aplicar acciones concretas y útiles para nosotros y el resto del barrio”– explicó Marcelo Mallea, Presidente de esta Agrupación que organiza el proyecto “Reciclamos en Comunidad nuestros Residuos Orgánicos: Mitigamos los efectos del Cambio Climático”.