En 1987 los jardines de la Plaza de Armas cumplían 100 años de edad. Horacio Palacios, investigador y minero ovallino, informa que la aleación de la pileta de la Plaza de Armas contiene metales preciosos.
En el plano original de la ciudad se consideró la extensión de una manzana con el fin de dedicarla a “Plaza de Armas”.
Los españoles, al fundar las ciudades, debían destinar en ellas un fuerte y proyectar espacios urbanos amplios que permitieran el buen ejercicio de las tropas. Estos espacios abiertos o Plazas de Armas eran ocupados, cumplían todos estos requisitos, fundamentalmente, en las ciudades de la República.
Era común ver alrededor de las plazas mercados de abastos, donde llegaban comerciantes en carretelas a vender productos frescos del campo. Esta forma de comercio es el germen de las ferias de chacareros, vegas o las actuales ferias libres.
En el año 1887, la Municipalidad dictó una ordenanza para transformar la Plaza, trasladando el mercado, construir jardines y plantar numerosos árboles.
En la creación de Villas, también era común observar el “Plano de Damero”, con calles horizontales y perpendiculares entre sí, formando un perfecto tablero de ajedrez, dejando el mejor espacio, generalmente calles de comercio, al centro de la urbe, para la construcción de una plaza.
En estos tiempos vivía en nuestra ciudad un hombre acaudalado, poseedor de una gran fortuna gracias a la explotación minera; su recaudo sirvió para este hermoseamiento.
Ese hombre era José Tomás Urmeneta que además construyó tres piletas iguales para instalarlas en diferentes ciudades, una de ellas en San Bernardo.
La aleación que don José Tomás usó para fundir las pilas es especial para campanas, con minerales de las minas de Tamaya, con alto contenido en cobre, oro y plata, ya que éstos otorgan el sonido característicos de las campanas.
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