B erna Carrasco de Budinic nació en San Bernardo el 19 de septiembre de 1914 y es una de nuestras figuras más destacadas del deporte ciencia, el ajedrez.
En 1939, Berna representó a nuestro país en el Campeonato Mundial Femenino de Ajedrez, organizado en el Teatro Politeama de Buenos Aires, Argentina, compitiendo contra 19 jugadoras, provenientes de Noruega, Lituania, Uruguay, Canadá, Estados Unidos, Argentina, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Bohemia y Moravia, Francia, Países Bajos, Cuba, Letonia, Alemania e Inglaterra.
Ganó un tercer lugar gracias a 15,5 puntos de un total de 19, siendo superada por las campeonas Sonja Graf y Vera Menchik, la jugadora inglesa que ostentó el título consecutivamente desde su primera versión, en 1927, pese a que muchos señalan que el primer campeonato de ajedrez fue organizado en Paris, en 1924.
El primer lugar recibió la copa Challenger Lady Hamilton Rusell y la copa María Luisa Iribarne de Ortíz, mientras que el segundo lugar se llevó un juego de mate de plata y Berna Carrasco trajo una bombonera de plata colonial.
Su actuación fue elogiada por la prensa y no pasó desapercibida entre las jugadoras que la calificaron como “la revelación del torneo”. Vera Menchik dijo que la chilena sería la próxima campeona del mundo.
Desgraciadamente, Vera murió trágicamente junto a su madre y hermana en 1944 a causa de una bomba lanzada por los nazis en su casa de Londres.
En enero de 1939 el ajedrez chileno no pasaba por un buen momento; el secretario de la Federación chilena, José Valenzuela Correa, había renunciado en noviembre de 1938 (decisión que revocaría dos meses después), para seguir buscando a los candidatos que representarían a Chile en el Mundial y para lograrlo, organizaron torneos previos que designarían a los equipos de hombres y mujeres.
La representación chilena fue integrada por el mejor ajedrecista del torneo final y una sola mujer, entre ellas Eliana Carrasco, Sara Espina, Martha Espina, Lidia Jauch, Teresa Hansen y Berna Carrasco quien se impuso como ganadora absoluta y acreedora de pasajes y estadía para Buenos Aires.
En medio de preámbulos bélicos, Argentina preparaba el 8° “Torneo de las Naciones” en paralelo al Campeonato Mundial Femenino de Ajedrez, ambos eventos de gran importancia para el país y que por primera vez en la historia cruzarían la frontera del viejo continente para instalarse en un país latinoamericano.
El escenario escogido fue el teatro Politeama de Buenos Aires, inaugurado en 1879 por Domingo Faustino Sarmiento y que representó por décadas lo mejor de la cultura y la noche porteña.
Buenos Aires se convertía en la capital mundial del ajedrez y centro de información periodística de todos los países de Europa, América, parte de Asia y de Oceanía, activando también un vasto plan de propaganda de la República.
Paulatinamente hicieron su arribo ajedrecistas de todo el mundo, a bordo de las motonaves “Piriápolis” y “Neptunia”, o por vía terrestre en ferrocarril.
Una de las visitas más esperadas era la del maestro cubano José Raúl Capablanca, ex campeón mundial que viajó acompañado de su esposa, la princesa rusa Olga Chagodaef.
Este viaje era especial para Capablanca, una especie de “reencuentro” con sus recuerdos y emociones de Buenos Aires, en 1927, sede del Campeonato Mundial que lo vio perder el título frente a su contrincante francés de origen ruso, Alexander Alekhine.
El miércoles 23 de agosto de 1939, justo a las 19:20 horas sonaron los acordes de la marcha de “Ituzaingó”que anunció la llegada del presidente de Argentina, Roberto Marcelino Ortíz al teatro Politeama de Buenos Aires, adornado especialmente para la ocasión con banderas de los países participantes.
“En la calle, no era menor el movimiento que denotaba la expectación despertada por el torneo, puesto que se hallaba llena la acera del teatro, la escalinata de entrada y aún el público que se aglomeraba en la calzada era tanto que exigía verdaderos esfuerzos a los policías allí apostados, porque interrumpía el tránsito”– publicó la prensa.
Berna Carrasco fue presentada al final de los discursos y recibida en medio de aplausos junto a sus otras compañeras y contrincantes.
El Torneo de las Naciones se realizó entre el 24 de agosto y el 19 de septiembre de 1939, con la participación de 24 equipos y 133 ajedrecistas de Alemania, Bohemia y Moravia, Bulgaria, Dinamarca, Brasil, Estonia, Francia, Países Bajos, Inglaterra, Irlanda, Islandia, Letonia, Bélgica, Paraguay, Lituania, Noruega, Palestina, Polonia, Suecia, Bolivia, Cuba, Uruguay y Chile.
Se disputaron 928 partidas de las 1.012 planificadas, en gran medida a causa del preámbulo de la Segunda Guerra Mundial que comenzó ese año, el 1° de septiembre con la invasión de la Alemania nazi a Polonia.
El tablero del mundo estaba en jaque, y ante las trágicas noticias que llegaban de Europa, los ingleses abandonaron la competencia para alistarse en el frente de batalla. Después se supo que cuatro integrantes del team trabajaron en la “máquina enigma”, a cargo del matemático Alan Turing, para descifrar los códigos nazis; ellos fueron los maestros Conel Hugh Alexander, George Alan Thomas, Philip Stuart Milner-Barry y Harry Golombek.
Finalizado el torneo, muchos jugadores no pudieron regresar a sus países y se quedaron a vivir en Argentina, algunos de manera transitoria y otros definitivamente, como es el caso del polaco Mieczyslaw Najdorf, el austríaco Erich Eliskases, el sueco Gideon Stahlberg y Sonja Graf, entre otros.
Curiosamente, Alemania se quedó con el Torneo de las Naciones, seguido de Polonia, Estonia, Suecia y Argentina, en tanto José Raúl Capablanca, de Cuba, obtuvo la medalla individual del primer tablero, seguido de Francia y Letonia. El chileno Enrique Reed Valenzuela se llevó el tercer lugar del primer tablero de reserva.
Para las mujeres, el primer lugar fue para Vera Menchik, de Inglaterra, el segundo para la jugadora libre Sonja Graf y el tercero para Berna Carrasco de Chile.
En 1966, integrando el equipo chileno participó en la 17° Olimpiada Mundial de Ajedrez, en La Habana, Cuba.
“Dicen que el ajedrez es un juego para hombres. Y parece ser cierto, a juzgar por las pocas mujeres ajedrecistas que hay en el mundo. En esta Olimpiada, por ejemplo, sólo participó una mujer: Berna Carrasco. Sólo que esta situación está a punto de terminar, por lo menos aquí en Cuba: la mayoría de los aficionados que llenaban día tras día el Salón de Embajadores eran mujeres. No puedo ofrecer un dato exacto, pero creo no equivocarme si aseguro que más del 50 por ciento del público que asistió a la Olimpiada era de mujeres”– escribió la prensa cubana.
En otro artículo de prensa, Berna se muestra relajada y sonriente. Comenta que tiene 44 años, es casada, tiene dos hijos, le gusta la poesía, el cine y es fiel lectora de Somerset Maugham.
El periodista le pregunta si reside en Chile, a lo que Berna le responde: “Sí y no. Vivo en Santiago, pero siempre ando por fuera, en la casa de mis familiares en San Bernardo. Otras veces estoy por el extranjero o paseando: Moscú, Brasil, Argentina, Yugoslavia y ahora La Habana.
La Unión Soviética ganó la copa Hamilton Rusell, seguido de Estados Unidos y Hungría.
Berna Carrasco en la portada de “El Gráfico”, junto a la representante de Argentina María Berea, 1939
Afiche del “Torneo de las Naciones”, Buenos Aires, Argentina, 1939
Berna Carrasco junto al equipo chileno integrado por M. Castillo, R. Letelier, J. Salas Romo, R. Flores y E. Reed,
Buenos Aires, Argentina, 1939
Berna Carrasco en la Olimpiada de Cuba, 1966
Inauguración del Torneo de las Naciones, Buenos Aires, Argentina, 1939
El día que Berna Carrasco fue medalla de bronce
Premiación Magistral Ajedrez 2004