Es tarde y llego a mi antiguo barrio en el paradero 41 de Gran Avenida. Todo parece quieto y en su lugar; con los mismos árboles, calles, pasillos, almacenes, sólo que algunos ya han partido y otros resisten el paso del tiempo como testigos de ese tranquilo ayer, con menos portones y alarmas, pero con ese espíritu blanco de buenos vecinos.
Es que éste no es un lugar de paso, tampoco un lugar común o un “no lugar”. Me atrevo a decir que sobreviven las ideas tras esos muros, junto a las más queridas familias que hoy luchan para sostener su vida comunitaria.
Por eso, cada vez que lo visito me encuentro con rostros añorados, y es un inmenso placer quedarme a tomar once en algunas de esas casas, pero más especial todavía es conversar en el hogar de don Manuel Sandoval Sarmiento y su esposa Flor Morales Sepúlveda, su compañera de toda la vida; ambos maestros, educadores, formadores de muchas generaciones de niñas, niños y adolescentes, en pocas palabras personas generosas, sensibles y de elevado espíritu humano.
Compartimos un buen té, conversando de todo un poco, también nos emocionamos. Vemos imágenes que una tras otra cuentan la historia de nuestro ajedrez, bajo la mano de las ramas del Maestranza Central y las “escuelas experimentales de ajedrez”, a mediados de los setentas.
Sí, porque si hablamos de ajedrez no podemos dejar de mencionar a Berna Carrasco, Fernando Wachtendorff, y Manuel Sandoval Sarmiento, figuras históricas del deporte ciencia.
- ¿Qué es para usted el ajedrez?, pregunto
“Formación, en una palabra; formación. Tú me preguntas, ¿formación de qué?. De todo; formación de ideas, formación de movimientos, de una cosa que toma de la mano a la otra.
La formación es muy importante, y por lo tanto el ajedrez acerca a las personas, se crean nuevos lazos, se va entendiendo un ser humano con otro, y con otro y con otro en una cadena” – responde
- ¿Qué opina cuando alguien dice que el ajedrez es de ‘elite’?
“Yo no creo que el ajedrez sea de elite; tengo una opinión distinta…el ajedrez ayuda mucho a la formación de una persona, es como si una conversación, que podría partir por una palabra termina después con una tremenda leyenda. El ajedrez es importante, yo diría que es muy importante”
Así piensa don Manuel, profesor normalista formado en la Escuela Normal de Curicó, nacido en Ovalle, dirigente del magisterio, maestro del ex Politécnico de Menores Alcibíades Vicencio, formador de ajedrez escolar en San Bernardo y otras comunas como El Bosque, La Cisterna, Pedro Aguirre Cerda, Santiago, Providencia.
Su vasta experiencia y currículum hablan de un verdadero profesor normalista:
“Los profesores normalistas chilenos lograron bajar la tasa de analfabetismo que tenía nuestro país en este momento, no solo ellos lograron una gran transformación en la capa media social de Chile.
En América, la mejor educación en esos años, era la de los profesores normalistas, incluso varios maestros chilenos viajaron a otros países para organizar los Ministerios de Educación.
El profesor normalista no sólo brillaba en su aula, sino que en toda la sociedad, en el arte, la política, la ciencia y el deporte. Muchos de ellos eran personas muy destacadas, basta nombrar al ex Presidente Pedro Aguirre Cerda, cuyo lema indica de inmediato la orientación, él decía: “Gobernar es educar”.
La educación normalista tenía un desarrollo muy especial; los profesores descubrían en la capa media baja chilena, los niños con talentos a una temprana edad, cuando estaban en Cuarto de Preparatoria y tendrían 10 años aproximadamente, convencían a los padres para que sus hijos se educaran en vez de que los acompañaran a labores del campo, cuando cumplían los 13 años. Luego de obtenido el consentimiento de los padres, preparaban a sus alumnos para que se presentaran a las Escuelas Normales.
La educación normalista comenzaba con el primer año, con alumnos que egresaban de 6° de preparatoria y eran 3 los requisitos que se nos exigían; el primero, era que el niño o la niña tenía que estar dentro de los tres primeros de su curso y no sólo eso, porque tres autoridades del pueblo tenían que hablar de la idoneidad, honestidad familiar y de su procedencia. Por último, este pequeño o pequeña debía someterse al examen de admisión que se organizaba el 26 de diciembre en todas las escuelas normales del país.
Los normalistas estábamos ansiosos de volver a nuestros lugares de procedencia y de esa forma cambiábamos y mejorábamos nuestro entorno inmediato, pues sin darnos cuenta fuimos cambiando la sociedad chilena.
El normalista no sólo servía para enseñar docentemente al alumno, sino que nos formaban como líderes, por eso en todos los ámbitos ha habido normalistas como lo dije anteriormente.
El profesor normalista es una suma de múltiples factores; la parte familiar y la formación que dio nuestra escuela normalista; allí, cuando llegamos como internos, nos sentíamos encantados de la atmósfera que encontrábamos en nuestra escuela, en Curicó.
Se nos “rayaba” la cancha cuando dábamos el primer paso para ingresar al establecimiento con un letrero puesto en la entrada que decía: “Aquí se viene a estudiar, de aquí se sale a servir”. Es decir, desde la primera clase ya teníamos marcada la cancha.
En el aspecto personal, la escuela normal me entregó una sólida base que me ha servido en todo lo académico, como profesor jefe, en mis asignaturas de ciencias naturales y educación musical, además en algunos cargos directivos que he tenido en la escuela, he sido un líder que ha desarrollado una democracia interna con quienes he trabajado, además me preocupé de realizar varios cursos de perfeccionamiento para ser mejor.
Lo que llevaba desde niño, de acá, de mi hogar, mi familia, del barrio, de mis amigos, que era la formación como dirigente, también he podido y he tenido la oportunidad de devolver lo que la sociedad me ha entregado y tengo el orgullo de sentirme parte de este grupo de maestros especiales, aunque vamos quedando muy pocos, pero de cierta manera en el recuerdo de la sociedad chilena estará siempre presente el de un profesor normalista” – confesó
Sus profusos méritos personales lo hicieron acreedor, en 2022, del más alto título de esta ciudad al ser declarado “Ciudadano Ilustre”.
Me sorprende tomar en mis manos aquel testimonio público. Brilla, reluce como un pequeño tesoro con relieves del escudo sanbernardino: “Se otorga el reconocimiento de Ciudadano Ilustre de San Bernardo a Manuel Sandoval Sarmiento, 201° Aniversario Comunal, 9 de febrero de 2022”.
La medalla reposa sobre una cajita que parece de terciopelo, teniendo un lugar destacado en el aparador del comedor e integrando la galería de premios, reconocimientos y diplomas.
“La verdad es que yo no siento nada más especial que enseñar a leer a algún niño…enseñar a uno que no podía, a un niño que se esforzaba y no había caso que pudiera leer…y llegar a leer…esos han sido mis mayores logros en mi vida.
Es un logro más, claro, desde luego, me enorgullezco de tener eso; es como cuando uno gana una medalla deportiva, va prendiendo una medalla y agregando otra; eso me pasó a mí, entonces más que me agradezcan, yo tengo que agradecer, porque la verdad es que nunca me imaginé que iba a hacer tantas cosas, o siendo más justo, haber hecho tantas cosas que me las agradecieron, porque mucha gente hace cosas y nadie le dice nada. Eso es injusto”
Sus palabras conllevan autenticidad y un profundo conocimiento de la educación pública, después de todo se crió en medio de los patios de la antigua escuela N° 4, conocida ahora como República del Perú, donde su madre, la señora Ema Sarmiento fue directora y artífice de este nombre que pretendió estrechar lazos de hermandad con países vecinos.
“…siempre hay alguien que está dispuesto a participar, y quienes participan en grupo. Tengo fe y pienso que de esa manera no se puede terminar el ajedrez” – destaca
“Con respecto a eso, es importante porque une generaciones; el ajedrez puede jugarlo un niño pequeño con su abuelo” – refuerza Flor
“…ese es el mejor ejemplo, el ajedrez permite que no haya la barrera de la edad, es uno solo, un lenguaje, una posición, unas ideas, unos aprendizajes, es uno solo e indivisible” – sentencia
Observo en el living de su casa una gran mesita de ajedrez que como verdadera obra de arte espera a más de un jugador, y eso me hace sentido, porque el latido de este hogar se encuentra ahí, como en un escenario, como en un lienzo a punto de ser trazado.
“Imagínate que el principal objetivo es que te dice ‘pieza tocada, pieza jugada’, eso significa que la seriedad de este juego, el ajedrez, es tan grande que no necesitas hablar, con que toques una pieza, tu jugada más próxima tiene que ser ésa pieza, porque la regla dice…’pieza tocada, pieza jugada” – me repite
- Hay que tener mucha seguridad entonces, replico
“De lo que quieras hacer con eso, de los resultados que quieres tener. Ahora, hilando más delgado; pieza tocada, pieza movida, pieza soltada, pieza jugada. Si tú ya la soltaste, no la puedes llevar a otro cuadro, si tú la tocaste, la llevaste a un cuadro y no le sacaste los dedos, o sea no la has soltado, puedes ponerla en cualquier otro cuadro, pero tienes que mover esa pieza cuando te toque jugar, ahora no te puedes arrepentir, no hay vuelta atrás, no hay perdonazos aquí” – induce
Acaso, pienso mientras escribo, ¿la vida no es así?, en cada una de las decisiones que tomamos, en cada movimiento que hacemos para conseguir nuestros objetivos y delinear el futuro.
“Para que las cosas funcionen tiene que haber Quijotes, tiene que haber personas que entreguen su esfuerzo en pos de obtener esos resultados. Antes existían, aparecían los Quijotes; personas que a lo mejor no se interesaban mucho por meterse en un torneo, disfrutaban solamente de la práctica amistosa del ajedrez, porque se puede jugar de varias maneras; un juego amistoso significa cuando tú convienes con una simple seña si quieres jugar o no, y juegas con un desconocido. También existen los grandes maestros, estudian y sacan títulos”
“A las futuras generaciones…no terminen de aprender, no se queden tranquilos, vayan abriendo puertas para que los que vienen más atrás tengan la pista despejada por donde pasar” – concluye
PARA SABER MÁS, VIDEO: