Muchos creen que la colonia al estilo Tolstoyano de San Bernardo fue la única formada en el país, sin embargo existe un testimonio clave del pintor Benito Rebolledo que escribió una carta a Fernando Santiván, contando pormenores de esta otra colonia integrada por insignes artistas, ubicada en la calle Pío IX, a los pies del cerro San Cristóbal.
En la misiva de 1950, Benito escribió: “Mi querido Fernando, estoy terminando los informes que me pediste, “agarré vuelo”; como se dice, no se puede ser breve en un motivo tan trascendental como el que tú estás escribiendo”.
El pintor Benito Rebolledo Correa nació en la ciudad de Curicó, fue alumno de Pedro Lira y Juan Francisco González en la Academia de Bellas Artes, además recibió el Premio Nacional de Arte.
Recordemos que Fernando Santiván escribió “Memorias de un Tolstoyano”, a propósito de la experiencia en San Bernardo.
La casa de estos especiales inquilinos era arrendada en $75 de la época (año 1906 ó 1907), cada uno tenía su habitación la que era acomodada de manera simple.
Se hacían llamar “anarquistas”, eran vegetarianos, no consumían alcohol, no fumaban, convivían hombres y mujeres y según palabras del propio Benito: “eran apóstoles de la paz y de la fraternidad”.
Cuenta que jamás hubo disgustos pues intuían que estaban iluminados por una “luz mística”, es decir el “amor a la Humanidad, sobre todo a los más humildes, a los pobres, por los que luchan sin esperanza”.
Publicaban un periódico gratuito llamado “La Protesta Humana”, financiado a través de cuotas y donaciones monetarias de empresarios que aportaban a “la causa”.
Benito Rebolledo en su taller, 1935
La otra colonia estaba compuesta por distintos personajes, no sólo artistas, si bien eran disímiles entre sí, compartían los mismos ideales: Alejandro Escobar y Carvallo; médico homeópata, Miguel Silva, cuñado de Alejandro; Tapicero y Mueblista, Julio Fossa Calderón; Pintor y Director de la Academia de Bellas Artes en 1930, Vicente Saavedra; Tipógrafo, Manuel Cádiz; Ebanista, Mamerto González; Empastador de Libros, Teófilo Galleguillos; Campesino y trabajador de la Vega, Alfonso Renau, Francisco Roberts y Aquiles Lemure (Lemir), los tres eran Zapateros, Manuel Pinto; Joyero.
Además, la colonia recibía muchas visitas, entre ellas las de Inocencio Lombardossi, un italiano nacionalizado argentino, poseedor de una gran labia, especialmente en los mítines políticos de la Plaza de Armas, desde donde se dirigía a la multitud, con claro acento italiano. Desde allí emplazaba a los Carabineros, con efusivas y teatrales frases: “¡Aquí tenéis mi pecho, el baluarte de los explotados, de los hambrientos, de los que tienen hambre y sed de justicia. Disparad vuestras carabinas mercenarias!”.
Según Benito, los hijos crecieron y aumentaron las necesidades de mantenerlos y educarlos, también porque la tierra no les pertenecía y debían subsistir.
También jugó en contra el constante asedio de parte del gobierno y la policía, ya que abiertamente en más de una ocasión declararon ser anarquistas, sin embargo, al poco tiempo se dieron cuenta que esos ideales no los representaban.
Se decía que eran promiscuos, ya que a diferencia de la colonia de San Bernardo, ellos no tenían voto de castidad; el mismo Alfonso Renau, los emplazó en más de una ocasión diciéndoles: “el voto de castidad que han hecho no les durará siempre. Es sólo entusiasmo de jóvenes de corazón bien puesto. La ley fisiológica, tarde o temprano, gritará en su sangre joven y se casarán”.
Dicho y hecho, pues Fernando Santiván terminó casándose con Elena González Thomson, hermana por parte de madre de Augusto D’Halmar.
Asimismo sufrieron infiltraciones, espías que declaraban para el gobierno las supuestas actividades subversivas que allí se cocinaban, pero nada de eso era cierto y terminaban a favor de la Colonia, al percatarse que no eran capaces ni de matar una gallina.
Concluye la carta con algunas anécdotas más, pero con frases de un verdadero padre protector que lamenta la postergada decisión de otorgarle el Premio Nacional de Literatura a su amigo Fernando Santiván.
Lo que no sabía Benito, es que, dos años después de enviada la carta, en 1952, y ya terminado el libro “Memorias de un Tolstoyano”, Fernando sí recibiría este premio, tal como lo vaticinara, sin querer, casi al remitente de la misiva: “Todas estas maravillas pasaron, Fernando, ante nuestros ojos deslumbrando, como una bella ilusión de juventud. Ahora vivimos rodeados de pestilencia. Se necesita coraje para resistir sin mancharse. Esto tú lo sabes también como yo o mejor que yo”.