Exclusivo para Memoria Digital
Jorge Varas, “Varilla”, baja del avión, después de viajar más de 13.000 kilómetros desde Malmö, en Suecia, hasta su ciudad, San Bernardo, tras una larga y agotadora jornada, portando un par de maletas con algunos de sus libros “Señoras y Señores Pasajeros” (Ediciones Taller Estocolmo, 2011), y el más reciente “Mapuche, Gente de la Tierra” (Tusen Serier, 2017), además una serie de plaquettes de humor gráfico con su reconocido personaje “Perro Chancho”, eso sí, advierte, “es un animal carnívoro, cuadrúpedo, por lo patudo, y cuadrúmano, porque roba a cuatro manos, se hace el sordo cuando le hablan de los Derechos Humanos, pero mueve su colita a sus amos del gran capital financiero”, toda una bestia entintada en blanco y negro que brama desde los setentas; época de la Unidad Popular y el fatídico golpe de Estado que forzó un éxodo masivo hacia otros países, como el caso de Jorge y su familia. Para salvar sus vidas tuvieron que cruzar la cordillera, a continuación llegaron a Rumania y finalmente a Suecia, su segunda patria que los recibió bajo el mandato socialdemócrata de Olof Palme.
Su historia está rodeada de “patiperreos” que comienzan en 1918, con una nota de prensa que abre su libro autobiográfico “Señoras y Señores Pasajeros: “Rancagua, diciembre de 1918, NIÑA NACIÓ EN EL TREN.
El pasado domingo 22 nació una niña en el tren con destino a Santiago. Su madre, Laura Pérez, había tenido complicaciones al final de su embarazo, así es que junto a su marido, David Santibáñez, decidieron viajar a la capital.
En medio del asombro de los pasajeros, el conductor vaticinó que la criatura tendría la manía de viajar y que se casaría con un ferroviario.
Tanto la madre como la hija, a quien llamarían Olga, arribaron a Santiago en perfecto estado de salud”.
Dicho y hecho, porque 24 años más tarde, Olga se casó con Raúl Varas, jefe del taller eléctrico de la Maestranza Central de San Bernardo, y se convirtieron en padres de Jorge Varas…”Varilla”, el primero de cinco hermanos.
“Nací en la primera casa de mis padres, en la comuna de Quinta Normal, el 23 de abril de 1942. No era tal vez un tiempo adecuado para nacer; parte considerable del planeta se encontraba en medio del fratricidio más brutal que conoce la humanidad, una guerra presuntamente sin final” – comenta en su libro.
La abuelita Lastenia, que acompañaba a su madre, eligió su nombre, porque nació el día de San Jorge en la calle Jorge Hunneus. Su destino estaba sellado.
Años más tarde, en 1946, los Varas-Santibáñez llegaron a vivir a la calle Industria, una casa de “paredes desnudas, techo sin encielar y piso de tierra” que su padre construyó y que gracias al esfuerzo familiar pudo ser terminada a cada palmo, en un barrio obrero-ferroviario, marcado por el pulso de la gran usina tras el pitido madrugador e indeleble de jornadas inolvidables y el paso del ferrocarril traqueteando de norte a sur, especialmente por Avenida Portales con sus frondosos árboles y serpentinas acequias. De eso, Jorge atestigua a contrapunto esa diferencia de los años setenta, noventa y ahora con su regreso, sin embargo todos se han ido, pocos quedaron desde entonces y la mayoría se pregunta, ¿qué pasó?, ¿dónde fueron a parar los trenes y sus historias?
Familia Varas Santibáñez en el patio de la casa en San Bernardo
Su padre fue un caricaturista innato, un retratista tiznado de quien obtuvo el aprendizaje, el virtuosismo, el amor por la esencia de las artes gráficas:
“fueron esas imágenes y otras más tiznadas, con las que mi infancia se nutrió. Fue el arte gráfico y visual un amigo para toda mi vida, un acompañante, ante los topes mismos de las nieves nórdicas”, dice Jorge.
Y, claro, cómo no recordar las fiestas patrias en la Maestranza, el “18 Chico” el primer domingo de octubre de cada año, las populares comisiones de volantines, las ramadas, los viajes familiares a Valparaíso y Cartagena; mundos que se abrían de par en par para Jorge y su familia ferroviaria, algo que ve reflejado hoy en su manera de ver el mundo que traza en una hoja de papel a punto de ser publicada.
De sus años de enseñanza primaria, atesora claros recuerdos de la escuela N° 3, frente a la Maestranza:
“Vistiendo el tradicional overol de color beige, los varones hacíamos la entrada al establecimiento por la calle Nogales, mientras que las niñas, luciendo un delantal blanco con una cinta azul en el cuello, ingresaban por la calle Portales”
Así, trae al presente la memoria de don Roberto Lorca, Director de la escuela que protagonizó una gran labor educativa e integradora con la comunidad, especialmente ferroviaria a través de centros culturales y veladas artísticas con Margot Loyola, Jorge Romero “Firulete”, Vicente Bianchi y muchos otros artistas de renombre que se dieron cita en este patio.
“Como poniendo broche de oro a la semana, teníamos la matinée dominical donde exhibían películas de la MGM con un proyector de 16 mm. Para anunciar estas actividades, mi padre pintaba los carteles en marcos de listones con patas, cubiertos de una arpillera y papeles con vistosas letras e ilustraciones apropiadas.
En una primavera se realizó una velada bufa tipo carnaval. En el patio, con la ayuda del Centro de Padres, se levantaron varios stands, siendo una pagoda construida con listones y cartones pintados de rojo y blanco, lo que quedó muy grabado en mi mente” – escribe
Después de una traumática temporada en el liceo Amunátegui de Santiago, en un ambiente autoritario y clasista, llegó al liceo San Bernardo, un viejo caserón ubicado en calle Arturo Prat con un anexo ubicado en Freire y Avenida Colón.
En aquel lugar hizo amistad con Sergio Inostroza, cantante de la “Pera Madura” que venía llegando de Codegua, y de Eduardo (Lalo) “Caramelo de Menta” Valenzuela, ambos destacados y queridos músicos que trascendieron las fronteras con sus canciones que hasta hoy suenan en las radios.
“Con Sergio Inostroza creamos una revista de historietas de un solo ejemplar, la cual arrendábamos en un peso por lectura” – escribe Jorge
Agua – Vatten – Jorge Varas, Varilla
Como si de una nave del tiempo se tratara, no deja de bosquejar el clásico paisaje de un San Bernardo histórico, yaciente bajo capas modernas de asfalto, graffitis, barberías y estrechos recovecos de baldosas sueltas, donde casi nada queda, excepto las memorias.
Primordial fue su paso por la Escuela de Artes Aplicadas, con miras a aprender un oficio y así ganarse la vida, ésta funcionó entre 1929 y 1969, ligada a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile.
A sabiendas que lo suyo eran las artes gráficas, igualmente tomó la decisión de seguir perfeccionándose, explorando además otras técnicas, como cerámica, repujado, esmalte en cobre, tallado en madera y estampado en telas.
Como alumno libre, llegó al taller de grabado dirigido por Julio Palazuelos que lo hizo transitar por diversas técnicas; en madera, xilografía, grabado en metal, litografía, serigrafía, entre otras.
Luna y tierra – Måne och jord – Linoleum, 1980′
Pronto, de tanto patiperreo por varias ciudades del país, se arranchó en San Bernardo, con un compromiso político más fuerte, de la mano del Partido Comunista, años que él llamaría “de militancia”, en la década de los ‘60
“…el PC tenía su sede en calle San José en la cuadra más pobre del viejo San Bernardo, en un galpón que facilitaba José Santibáñez, un viejo carpintero que se ganaba la vida fabricando ataúdes para una funeraria situada en la plaza.
A veces, Santibáñez, por falta de espacio en su taller anexo al local del PC, se veía obligado a almacenar los ataúdes en el mismo local del partido, usándose éstos a veces como asientos durante las asambleas” – cuenta en su libro
Tomó su lugar y como reguero empezó una tarea social destinada a formar células, visitar poblaciones, pintar murales, sin muchas discusiones doctrinarias, más que intentar “crear una sociedad más justa para Chile”, sentencia.
Capítulo aparte es su amistad con el talentoso grabador Santos Chávez, protagonista de una historia muy particular pues quedó huérfano desde edad temprana y tuvo que dedicarse a labores campestres en su ciudad natal, Canihual, para sobrevivir junto a sus siete hermanos, sin embargo no fue impedimento para tomar cursos de pintura en Concepción, continuándolos en Santiago, en el renombrado Taller 99, invitado por Nemesio Antúnez. Asimismo sirvió de ayudante a Delia del Carril y perfeccionó técnicas gráficas que más tarde empleó en la Escuela de Artes Aplicadas, coincidiendo en la misma etapa con Jorge, cultivando una amistad de muchos años, que continuó con su exilio voluntario en 1977, y finalizando con su repentina muerte en 2001.
Por aquellos años, en Rumania, Jorge Varas da rienda suelta a “Perro Chancho”, que representaba a Augusto Pinochet como forma de denunciar lo que estaba pasando en nuestro país.
“Creamos diarios murales que cambiábamos una vez a la semana y los pegábamos en los edificios donde vivían chilenos, de acuerdo a noticias que recibíamos de Chile.
Fue difícil publicarlo en Europa, porque Perro Chancho en alemán, es una mala palabra, es lo peor que se le puede decir a una persona” – cuenta
A pesar de la dificultad para publicarlo, continuó dibujándolo, y ha permanecido en la memoria colectiva de muchos chilenos, sin ir más lejos recibió una mención honrosa en la primera bienal de Humor Gráfico en La Habana, Cuba, en 1979.
¡La Chiva…la Chiva, la Chiva…lleve la Chivaaa!, se escuchaba en las micros, a finales de los años sesenta; ejemplares tipo cuadernos voceados a 2,50 Escudos, con portada y contraportada a color e interiores a uno solo. Ya en su primera página se leía: “revista quincenal publicada por Editorial Papiro y que el próximo número va a salir con más páginas”, sí, porque era toda una odisea financiarla y más todavía venderla, es decir competir con los grandes monopolios editoriales que lanzaban al mercado una serie de productos, como la revista “Ritmo de la Juventud”, creación de Alberto Vivanco, incluido su querido “Gato Yo-Yo”, ícono de la cultura popular que acompañó a muchas generaciones a lo largo de 503 números.
Lo cierto es que la subdirección de la revista le fue arrebatada injustamente mientras dirigía la revista “El Pingüino”, hecho que motivó su alejamiento de la editorial Lord Cochrane, propiedad de la familia Edwards.
Alberto Vivanco se quedó en la calle, pero con el dinero de la indemnización comenzó una nueva aventura llamada “La Chiva”, convocando a sus amigos Hervi, Palomo y Pepe Huinca.
Arrendaron una oficina en la antigua Plaza Italia, se instalaron en sus respectivas mesas y se dispusieron a crear el imaginario pueblo de “Lo Chamullo”, (un barrio como el suyo):
“Para Vivanco, La Chiva no era una revista particularmente política, Era de cuestiones sociales, de mucha talla contra el sistema, contra la oligarquía, de la gente rica que abusaba de la gente pobre, pero siempre con cierto humor” (La Firme sobre la Chiva, de Carlos Reyes G.)
La Chiva vio la luz el 31 de julio de 1968 en la imprenta Tatrai, con un tiraje de 10.000 ejemplares.
“La Chiva recogió con gracia las anécdotas del diario vivir del barrio popular. En su elaboración trabajaban, sin sacar un peso, como dibujantes, argumentistas, propagandistas y distribuidores, los cuatro socios. Al principio la tarea de distribución se hacía en las citronetas de cada uno, pero fueron vendiéndose para pegar las deudas”, escribió Luisa Ulibarri en el libro “Caricaturas de Ayer y Hoy”, de editorial Quimantú.
En ese ambiente llegó a trabajar Jorge Varas, Varilla, ilustrando con grabados al linóleo para ahorrarles plata con los costosos clichés de impresión:
“La intención de la revista era entregar una visión de la sociedad chilena con el deseo de cambios, pero frente a los grandes monopolios de distribución no funcionó y los mayores lectores eran los universitarios.
Se imprimieron montones de ejemplares que después se devolvieron, hasta que alguien encontró un contacto con los vendedores de las micros que vinieron a buscarlas, y al día siguiente necesitaban más porque las habían vendido todas.
La revista no pudo imprimirse a color, sin embargo los voceadores igual las ofrecían…¡compre la nueva revista La Chiva, a color a todo color!, pero la gente reclamaba: “Oiga, no está a color”, a lo que ellos respondían: “Si pues, si es la Chiva”, en el sentido que era mentira, un chamullo al igual que su nombre” – relata Varilla
La mañana del 11 de septiembre de 1973 después de haberse emitido el Bando N° 1, la Junta ordenó suspender las publicaciones cercanas a la Unidad Popular. Cerró las imprentas y confiscó todos los bienes de la prensa, concretamente de “El Siglo”, “Clarín”, y “Puro Chile”, un diario electoral para la campaña de Allende, fundado el 7 de abril de 1970 y que circuló hasta el día del Golpe de Estado.
Famosas eran sus portadas deslenguadas, el lenguaje popular, las secciones como “El Huevo de Oro”, las críticas a todos los sectores políticos y la caricatura de el “Enano Maldito”, creación de Jorge Mateluna, un personaje calvo, cabezón que tomó el nombre de un caso policial real que ocurrió en el hotel Princesa, el 24 de enero de 1968, donde la víctima, Marta Irenia Matamala, encontró la muerte a manos de un hombre de baja estatura que la prensa llamó “El Enano Maldito”.
El día que ganó Allende, el titular de Puro Chile apareció con el Enano, boca abajo en el suelo, moviendo los pies y gritando:
“Les Volamos la Ra… ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,je,je,je,je,je,je,je,je,je,ju,ju,ju,ju,ju,ju,ju,ju,ju,ji,ji,ji,ji,ji,ji,ji,ji,ji,ji,ji”
“La sección ‘El Huevo de Oro’ premiaba a alguien que había cometido alguna burrada y abajo, Jorge Mateluna empezó a dibujar el Enano Maldito.
Le dieron la tarea de hacer una historieta con el personaje, pero al principio era medio sicológica, muy extraña y que nada tenía que ver con la política y no era lo que el diario esperaba, por eso Eugenio Lira Massi se hizo cargo del guión.
Esa mañana del 4 de septiembre de 1970, día de las elecciones, recibimos de parte de Eugenio Lira Massi y de José Gómez López, la idea de diseñar a ese enano que dice…”les volamos la Ra…ja…ja…ja…je…je..”; lo trabajamos en equipo e incluso el texto del globo lo pegó un amigo profesor de San Bernardo, interesado en la gráfica, y ese día trabajó de voluntario, mientras que yo diseñé la portada y lo que se envió posteriormente a imprenta” – cuenta Jorge Varas
“Cuando se supo el resultado, las primeras horas se dio la orden de imprimir el Puro Chile con las primeras noticias, en una edición de 8 páginas, el Puro Chile tenía de 24 a 32 páginas normalmente, pero ese día salió a la calle y se llegó a vender durante el discurso de Allende en la casa de la FECH” – recalca
“Les digo que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile, y cada vez más justa la vida en nuestra patria” – dijo en esa ocasión Allende, en los balcones de la FECH, madrugada del 5 de septiembre.
Otra de las portadas más impactantes de Puro Chile y que fue muy comentada en su momento, tuvo como escenario el 8 de julio de 1970, en plaza Tropezón de Quinta Normal, durante una manifestación convocada por la Central Única de Trabajadores contra el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Allí, un carabinero disparó a quemarropa a un estudiante que falleció mientras era trasladado a la Posta Central.
El titular del Puro Chile fue: “¡Se paró el país”…y los pacos trabajaron: otro estudiante muerto. Yo sólo cumplí órdenes superiores, confesó el subteniente que disparó”
Lo que causó impacto fue el rostro del joven moribundo en primer plano.
“Fue un golpe muy fuerte en la prensa chilena, muy fuerte esa portada” – agrega Jorge
La cronología del Golpe de Estado estaba en marcha; días agitados, violentos, de crímenes políticos e ímpetu en las calles que terminaron por desencadenar un derrocamiento y posterior instalación de una dictadura militar, que, muchos confiesan, los encontró desprevenidos pues nunca se imaginaron tal magnitud.
“En la calle la gente comentaba que las salidas y entradas a San Bernardo estaban controladas por el ejército, lo que daba a entender lo grave de la situación. La escuela y la Maestranza detuvieron sus actividades” – dice Jorge
El martes 13 de noviembre fue detenido y conducido hasta el cerro Chena con los ojos vendados donde permaneció casi por quince días hasta su liberación.
Lo que vino después, al año siguiente, si tuviera que titularse en una portada de periódico, sería algo así como; “Un camino que se extiende más allá de las fronteras”, recordando las palabras de José Gómez López cuando aseguró que “había que amasar las ciudades con los pies”
Con su familia viajó a Buenos Aires y más tarde a Rumania. Allá trazó su destino trabajando para una empresa estatal de decoración y propaganda, diseñando además afiches para actos políticos de solidaridad, por lo que se le prohibió la entrada a Chile.
Instalado en Suecia, llegó a vivir a la ciudad de Malmö; extendiendo toda su experiencia y conocimientos de las artes gráficas, ilustrando colecciones de libros, exponiendo sus obras, colaborando para revistas de corte satírico, dirigiendo un estudio de televisión, trabajando en documentales para cine, organizando charlas y talleres de impresión antigua, y, por supuesto escribiendo muchos libros como “Mapuche, gente de la Tierra”, que editó el 2017 y espera presentar en Chile próximamente porque, a pesar de las dificultades, siempre se las arregla para estar en contacto con su país, esencialmente con San Bernardo, donde aprovechó de asistir al Festival Nacional de Folklore, desde luego “patiperrear” por el norte y sur, y como invitado de honor en el Encuentro Internacional de Narrativas Gráficas “Dibujos que Hablan” en la Biblioteca Nacional.
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