Escritor, integrante Centro Literario Ateneo de San Bernardo
Loable intención la este grupo poético y literario buinense el recordar un poeta local que muere el 1° de mayo de 1962, a los 28 años. No lo conocí, yo tenía 14 años cuando su estrella se apagaba. Todo un desafío leerlo por primera vez, conocerlo, y estar convocado por los poetas autónomos del Maipo a participar en este recuerdo y homenaje al poeta Boris Calderón Soto, haciendo una selección de sus poemas, me dio la oportunidad de descubrir este poeta mágico o brujo urbano trágico. Sentí su cercanía literaria.
Tengo en mis manos “El Libro de los Adioses”, de Boris Calderón. Sentirlo, reconocerlo en su empaste, textura y color que inevitablemente, me recuerda los libros de Pablo de Rokha, de Winnet, de la Editorial Multitud con ilustraciones de Lukó de Rokha. Antes de leer el libro lo toqué, lo miré; lo olí; empecé a vislumbrar un sendero desconocido página a página el camino se hace más grato y sorprendente. Dos consideraciones vitales: uno, es un libro de gran poesía con un profundo sentido del dolor: estoy solo y herido dice en una esquina Boris Calderón; segunda consideración: él no sería poeta de salón y tertulias vanas.
Innegable el parentesco poético con Pablo de Rokha; el mismo vate prologa este importante libro de poemas, que tienen una continuidad temática de principio a fin. Poesía del dolor y de la muerte. Desconozco la vida ciudadana de Boris Calderón; su diaria experiencia en esa época pre revolucionaria, ni los avatares y peripecias a las que, como humano y poeta, está expuesto; dolor personal, dolor universal. Su poesía está llena de imágenes fuertes y sorprendentes, es grandilocuente y evidentemente rokhiano.
La presente selección está hecha a partir de “El Libro de los Adioses”, Elegías, 165 páginas. El ejemplar que me presentan para hacer la selección tiene una dedicatoria: ”Para Dante Carrera con un saludo fraternal de su amigo, atentamente Boris Calderón, Santiago 16-X-1960”. Óleos de Lukó de Rokha. Con el subtítulo: Elegías para una Mujer Muerta 1952-1956. Ediciones “Copa de Sangre”. Libros que integran esta obra: Angélica Heredad Muerta; Oquedad; El canto de las Bocas Muertas; Los Muros Inasibles.
El autor dedica el libro “A mis padres. Con el pulso herido y tembloroso del hijo que se fue a la guerra, escribí estos cantos sombríos. Ellos guardan mi dolor nocturno y son el último rescate del gran naufragio de mis sueños. Ya no volveré a ser el que fui cuando mis noches se poblaban de palomas. Aquí terminan todos los caminos y se abren los abismos de la eternidad. Aquí desembocó para siempre la carga fantasmal de aquello que no pudo contener mi corazón de Hombre. Ahora, con la frente descubierta al azote de la noche, vago por el mundo con la mirada perdida – perro asediado entre los fuegos- hacia donde nuestras voces se apagan y surge desde el fondo de la tierra como un torrente de sombras sin sonido, el canto de las bocas muertas… Boris”.
Importantes aspectos pudimos recabar los poetas del Maipo, José Donoso Pachicha, Vicente Castro, Guillermo Gómez (Memo Campana), Víctor Hugo Lira, Alex Barbaste, Mario Carrasco conversando en su casa con la señora Adriana Pacheco, quien aportó su voluntad de responder y entregarnos sus datos biográficos: Boris Calderón Soto nace en San Bernardo el 12 de septiembre de 1934. Hijo de Agustín Calderón y de Marta Soto. Destacó por su carácter independiente e impulsivo, que desde niño lo hace admirar la belleza y la búsqueda de la explicación al fenómeno del Universo. Estudió en las escuelas primarias de Linderos y Buin; Internado Nacional Barros Arana y Liceo de San Bernardo, dirigiendo las revistas literarias de sus liceos. Hizo 2 años de periodismo en la Universidad de Chile. Actuó en programas artísticos de Radio Prat y Radio Americana y dirigió durante un tiempo Radio Soberanía de Linares. Viajó por el país y por Argentina con Pablo de Rokha y su hijo Carlos, dando charlas, recitales y vendiendo sus libros mano a mano y recitando sus poemas sobre los bancos de la plaza de Buin.
Del prólogo de Pablo de Rokha rescato algunas claras luces sobre su visión de la poesía: “A la manera de las adolescencias más chilenas, emerge desordenado, no desorbitado, al entregar todo lo íntimo, como público, impudorosamente, sin lograr la claridad de lo definitivo y difícil, como es justo que suceda. Volviendo hacia adentro su lenguaje copioso y sudado como un toro, consigue frenarlo y, sin embargo, la gran fábrica del estilo que levantó al infinito, el cual rugirá un día oscuro en las manos inmundas de los menesterosos que ejercen la crítica oficial de la República. Es un poeta libre. Su juventud se revuelve furiosamente, buscando con espanto el estilo de su destino en el estilo de su desesperación agraria, atrabiliaria, del sujeto bien dotado para la belleza, y cuando comprenda su angustia como reflejo de la angustia de los explotados y humillados del mundo, logrará su estilo. Los grandes problemas del mundo agitan sus raíces en el subterráneo de su ser. Hay material humano, ensangrentado y pujante en sus poemas, prematuramente heridos por los añosos y polvosos dolores del hombre, y plantea la necesidad concretamente ascensional del artista joven”.
Destaca un texto en la página 87: “Consagración y encantamiento de Anaké frente al cadáver del mundo”: “El Arte es la copa donde se vuelca la vida. Es el escenario de una época, quien determina el cauce de la creación, siendo ésta en su instancia postrera, consecuencia del medio en que el artista arrastra sus huesos. Así el canto de los moradores del pantano no lleva precisamente, las tonalidades de plata de las aves del alba. La Humanidad está podrida. Y arrojemos la verdad, como jarra de arsénico, sobre el rostro de nuestros contemporáneos. ¡Jamás he sentido amor por la humanidad, por este mundo en que vivimos para fatalidad nuestra! Lo expreso, si, en mis cantos. Soy un poeta que entrega lealmente sus vivencias, que como algas podridas han arrojado la vida en los abismos del subconsciente. Mi sensibilidad las ha cogido y las retorno”.
Laura Rodig, en tumba del poeta
Algunos juicios críticos sobre la obra de Boris Calderón:
“Se advierte al creador que camina junto al lenguaje, de mano con la angustia y con la muerte, y entre los intersticios de la estrofa muestra su pelaje oscuro”. Mahfúd Massis, junio de 1954.
“Boris Calderón pertenece a esta generación, rebelde y combativa, que sin duda ha de legar a la historia de un nuevo tipo de arte. Un arte sin barreras ideológicas, sin hipocresías ni servilismos: un arte universal para el mundo futuro”. Víctor Lohental, mayo de 1953.
“Boris Calderón actúa a la orilla de los grandes abismos negros. Es un poeta con las manos extendidas sobre el precipicio de sí mismo”. Andrés Sabella, 24 de diciembre 1954.
“Boris Calderón no considera estas cosas. Se le ve preocupado de asuntos más importantes; investigar dentro de sí mismo, revolver imágenes graves, incluso fúnebres, en donde el amor – un amor rápido, seco, casi se diría indiferente – se va mezclando con la muerte. Este poeta posee la juventud y una especie de simpatía tétrica muy original, pero que ya rehúsa el sentimentalismo, la música o telones pintados y va resuelto por una senda áspera donde el viento rudo sopla”. Alone, “El Mercurio”, 15 de agosto de 1954.
“Su problemática original y audaz le guía solitario, único, por los brumosos umbrales del amor acuchillado por la muerte. Su postura estética y creadora incendiándose en su poderosa intuición, le ha colocado a la cabeza de la joven poesía chilena”. Diario La Prensa, Osorno, febrero 1956.
“Ha lanzado sus dados. La sacra inquietud le posee. Sobre su frente hay un astro en llamas. Llegará lejos sin dudas, este poeta, en quien las condiciones de un espíritu de excepción son latigadas por una sensibilidad celeste, creciendo desde lo hondo de los ancestros sublimes”. Del prólogo de “Estío en la Materia”.
“Aquí al final de este libro, fraguado terriblemente en el fondo de mis abismos, bajo la pupila negra y lacerante de la muerte iluminado por el crepúsculo de un gran amor, dejo estampado mi reconocimiento a quienes estuvieron conmigo, o cerca de mí, ayudando directa o indirectamente a su realización: Agustín Calderón, mi padre; Margarita del Pilar, mi hija; María Angélica García, Inés Vergara D; Teresa Adriazola, Sara Valdés, Graciela Abarca, I. de C., Débora Santis, Nelda Lira, M.S., Georgina Hernández, L. de C., Isolina C. de Sandoval, Adriana Pacheco de Calderón, Lukhó de Rokha de Massis; mis amigos Pablo de Rokha, Mahfúd Massis, Víctor Lohental, Alfredo Echaurren, Hermógenes Markovich, Edmundo Sandoval, Jorge Pérez, Carlos Ulloa, Pablo de Rokha, hijo; Domingo Sánchez del Pozo, Pedro Espinoza, Arturo Arancibia, René Aguilar; Rubén y Leonardo Lamich, Hugo Leiva, Carlos Rozas, Carlos de Rokha, Oscar Buitano, Andrés Sabella, Enrique Ortiz, Ciro Taiba, Daniel Díaz, Mario Muñoz, Hernán Ciudad, Hernán Soto y a todos los suscriptores de esta obra. El Autor”.
“El Libro de los Adioses” de Boris Calderón se terminó de imprimir el 28 de julio de 1956, en los Talleres de la Imprenta “Alfa”, calle coronel Alvarado 2602, Santiago”.
Antes de cerrar estas líneas, escritas hace tantos años sobre las palabras de Boris, recuerdo lugares que habité en los 64, ex alumno del INBA (Internado Nacional Barros Arana); director alumno del periódico escolar del Liceo 15, de La Reina. Luis Salazar se llama el profesor de castellano y director del Liceo. Me gustaba De Rokha; por medio del poeta peruano Leoncio Bueno que conocí en Lima, mostré mis trabajos a Mahfúd Massis quien me acogió y alentó a seguir haciéndolo. Por invitación de Mario Ferrero participar en el Taller Literario que hacía el poeta Braulio Arenas en la Casa de la Cultura del Ministerio de Educación. Y lo más importante haber contado el aporte de primera fuente que nos brinda el amigo eterno Iván Cortés Cruz, que nos conversa de los cuadros que pintaba Boris y de las anécdotas del diario vivir provinciano que incluyen la de la visita nocturna a la tumba de Boris Calderón con un grupo de eufóricos admiradores que necesitan conversar con él.
*Fernando Sanhueza Olea, de su libro “Boris Calderón”
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