“Unión Ciclista de Chile. Para hoy a las 18 horas (6 P.M.) esta institución cita a todos sus clubs afiliados en alameda esquina de Molina, con el objeto de organizarse ahí y tomar parte en el desfile que en honor al aviador teniente Godoy se hará.
Se ruega la asistencia y la puntualidad en la hora, pues, a la hora indicada se avisará por el comisario de las sociedades deportivas el lugar correspondiente a la institución en el desfile.
Las entradas para el andén de la Estación Alameda, se repartirán en el mismo sitio.
Se ruega de una manera especial asistir con sus respectivas bicicletas adornadas”
Éste era uno de los tantos avisos que se publicaron en la prensa para organizar el desfile de instituciones cívicas, estudiantiles, deportivas y de obreros que esperaron la llegada del teniente Godoy en la Alameda de las Delicias, muy cerca de la Estación Central de Ferrocarriles.
“El comité organizador del desfile nos encarga rogar a todas las asociaciones que participen en él, el más estricto cumplimiento de la colocación que a cada una de ellas se le ha designado en la formación.
Los estandartes de cada institución deberán ir dos pasos más delante de cada sociedad.
Los comisarios están autorizados para hacer abandonar la fila a toda persona que no forme de acuerdo con lo que está ordenado.
Al recinto de la Estación Central sólo tendrán acceso los presidentes y secretarios de las instituciones adherentes, los representantes de la prensa y los miembros de la comisión de recepción” – Proclamó el instructivo del desfile
Es casi imposible reproducir con exactitud el ambiente de felicidad y jolgorio que reinó ese día; martes 17 de diciembre de 1918 en la capital. Un pueblo entero congregándose a lo largo y ancho de la Alameda de las Delicias, viviendo, palpando, sintiendo el triunfo como propio.
Una comisión de alumnas y profesoras del liceo de Niñas N°2 esperaba con ansias al borde el andén la llegada del aviador para entregar un valioso testimonio de agradecimiento; un bouquet de flores y un cuadro de plata representando un libro abierto rodeado de laureles y palmas unidas en su extremo inferior por un escudo nacional y más arriba la inscripción; “Salve al vencedor de Los Andes”, colocado sobre felpa lacre y un fino marco.
Éste reconocimiento era apenas un pequeño ejemplo de la cantidad de premios, medallas, testimonios y oratorias que recibió aquel día el teniente.
“Desde las 5 de la tarde, más o menos, comenzó a organizarse en la Alameda de las Delicias a la altura de calle Vergara, el desfile con que el pueblo de Santiago debía manifestar su bienvenida al audaz aviador.
A esa hora comenzaron a llegar al punto indicado, extendiéndose después en una interminable fila de manifestantes; el Cuerpo de Bomberos, las brigadas de boy scouts, delegaciones de los cuerpos militares de la guarnición y todas las sociedades estudiantiles, obreras, y deportivas de la capital.
No fue ajeno a esta grandiosa manifestación el gran número de gente que pululaba por las avenidas de la Alameda, y que formaba una gran masa humana que se extendía en un trayecto que abarcaba varias cuadras.
Entre las calles Bascuñán Guerrero y la Estación Central, y especialmente en los alrededores de ésta, la concurrencia de público fue realmente extraordinaria, a tal punto que las calles se hacían materialmente estrechas para contener a la enorme multitud.
Casi todas las casas comerciales ubicadas en el trayecto por donde debía pasar el desfile, cerraron sus puertas más temprano que de costumbre, con el objeto de dar facilidades a sus empleados para que pudieran asistir a la manifestación.
Todos los edificios ostentaban en su frontis la bandera nacional, y en muchos de ellos pudimos ver sus balcones adornados con guirnaldas de laureles y lamparillas eléctricas, en medio de las cuales se había colocado el retrato del teniente Godoy.
La Estación Central fue también engalanada con banderas y gallardetes, que daban al edificio un especial aspecto de imponencia. En la parte alta del frontis podía verse una sencilla y artística disposición de banderas, que rodeaban un gran retrato del afortunado vencedor de Los Andes.
El recinto de los andenes que también estaba adornado con banderas y con plantas tropicales, fue destinado exclusivamente a las comisiones oficiales encargadas de recibir al intrépido aviador.
Mientras se esperaba la llegada del tren, las bandas de músicos ejecutaban diversas marchas patrióticas, cuyos ecos se confundían con el incesante clamoreo de la multitud que aguardaba afuera de la Estación.
…las miradas ansiosas descubrieron a la distancia la locomotora imponente, con la sencillez de sus adornos que arrastraba el convoy en que viajaba el audaz piloto.
Se aproximaba con rapidez lanzando sonoros pitazos.
La locomotora traía a ambos lados las banderas chilena y argentina, y al centro la de Gran Bretaña.
Grandes y sonoros vivas se escucharon en los ámbitos del andén que repitieron muchos pechos en la plazuela y allá, más lejos, aún en la Alameda, semejando el eco de un clarín de victoria.
Al detenerse el convoy, la multitud prorrumpió en delirantes manifestaciones de júbilo” – escribió la prensa en un ejercicio de veracidad para intentar retratar dignamente al aviador que a esas alturas se había convertido en auténtico héroe que se dejaba saludar siguiendo el pulso de los acordes de la Maestranza de los Ferrocarriles del Estado.
Ese día la bandera tricolor se unió a la de Argentina y Gran Bretaña en la mayoría de los edificios, acompañadas de arcos del triunfo y consignas de todo tipo. A las 6 y media de la tarde, una salva de 21 cañonazos anunció el arribo del aviador.
“Desde aquí hasta los más lejanos extremos de la ciudad, os espera de pie el pueblo entero de Santiago, que agradece el esfuerzo que habéis realizado, dando una vez más la prueba de lo que es capaz el hijo de Chile cuando se pone en situación de obrar, sea cual fuere la magnitud de la empresa que se le confíe.
…recibid la bienvenida que os doy en nombre de la ciudad de Santiago, y entrad a ella, sabiendo que ya tenéis un lugar de privilegio en el corazón de cada uno de sus habitantes” – dijo el Alcalde Rogelio Ugarte con notable emoción.
Una masiva columna de gente aprovechó de tomarlo en brazos y alzarlo hasta un automóvil que esperaba como punta de lanza del desfile oficial. Una corona de laureles completó la patriótica escena; él, se limitaba a saludar escuetamente llevándose la mano a la visera de su alba gorra.
Tras él marchaban numerosas tropas, bandas de músicos y un “mar” de cabezas humanas en todas direcciones, dificultando el paso del vehículo que era escoltado por militares y policías. Más de una hora duró el movimiento entre plaza Argentina y Bascuñán Guerrero.
“Al pasar por el primer arco de triunfo, que se hallaba ubicado frente al teatro Delicias el inmenso público tributó al aviador una ovación colosal. Este arco levantado por la 8° Compañía de Bomberos ostentaba en su frontis un saludo al vencedor que decía “Honor a Godoy” y del centro pendía un aeroplano fabricado de diminutas escalas que llamaba grandemente la atención”
Al paso glorioso, desde los balcones, cientos de personas lo saludaban, alzando pañuelos y lanzándole flores que iban a parar al enorme carromato multicolor.
La lenta columna humana enfiló hacia calle Estado, entremedio de arcos triunfales hasta casa Gath & Chaves y el Club Militar donde hizo un alto para abrazar a su madre; “¡Ya ve usted el resultado que he obtenido!. He cumplido mis deseos” – le dijo, e inmediatamente pronunció ligeras palabras a los demás: “Compatriotas, me siento profundamente conmovido ante la grandiosa manifestación de que me hacéis objeto.
Habéis sido demasiado generosos conmigo.
En la mejor forma que puedo corresponder a esta generosidad, es marchando por el camino del honor.
Hago la promesa de marchar siempre por ese camino recto que habrá de llevarme a la gloria, que es la gloria de vosotros.
Y, ahora pido un ¡viva Chile! Y un “viva” para el pueblo hermano de Argentina”
La ovación no se hizo esperar, mezclándose con llantos y gritos patriotas. El mayor Huston hizo lo suyo desde un balcón, acompañado de numerosos delegados, cada uno con discursos generosos y comedidos.
Promediando la noche, a eso de las 9 y media, Dagoberto estaba “envuelto” en canastillos de flores de todos los tamaños y colores, incluyendo uno con forma de aeroplano obsequiado por el personal de Telégrafos del Estado: “…hemos querido ofreceros ese emblema de flores, en el cual hacemos llegar hasta vos en modestísima forma nuestros afectos; flores y afectos que se dignificarán si queréis unirlos a los laureles de vuestra victoria” – dijo el director general, Luis Cifuentes.
“Yo no creía jamás que me fuera a traer tan grandes atenciones la realización de una prueba que intenté sólo con el propósito de dar un nuevo triunfo a mi patria” –dijo con humildad el aviador.
Una semana después, San Bernardo organizó un magnífico desfile para recibirlo, junto a todas las instituciones de la ciudad.
Al finalizar la ceremonia, se le hizo entrega de un reloj de oro, a manera de agradecimiento.
“La cordillera se me amanecía, de pie, todas las mañanas, como para recordarme la promesa que me había hecho de cruzarla. ‘No me la van a ganar los montes’, me repetía mirando los macizos con codicia […] Volaba y me entrenaba solo para eso. Era una idea constante y la llevaba conmigo a todas partes. No me abandonaba nunca” – confesó
Dagoberto continúo viviendo en San Bernardo hasta los años ’30, y posteriormente mantuvo viejas amistades, especialmente con la familia Farr Courbis.
El aviador posibilitó el camino aéreo a otros ilustres aventureros, como el teniente Armando Cortínez quien cruzó la cordillera de Los Andes (de ida y regreso), el 5 de abril de 1919 a bordo de un monomotor Bristol M1C 4987
En julio de ese año, el aviador italiano Antonio Locatelli repitió la proeza desde Argentina, completando en una sola etapa el raid Santiago, Valparaíso, Buenos Aires, piloteando el aeroplano S.V.A. motor FIAT de 220 HP
El 1° de abril 1921, la piloto francesa Adrienne Bolland despegó desde Mendoza (Tamarindos), y aterrizó en Santiago en un biplano Caudron con motor Le Rhone de 80 HP.
El 22 de mayo de 1921, los intrépidos tenientes Roberto Herrera Ramírez y Alfredo Gertner Ramírez aterrizaron, sin autorización, un biplano De Havilland D 1296 de 230 HP en San Luis (Argentina)
Entre el 29 de agosto y el 14 de septiembre de 1922 el capitán Diego Aracena, junto al ingeniero Arturo Ricardo Seabrook, efectuaron el raid Santiago-Río de Janeiro (pasando por Argentina y Uruguay), piloteando “El Ferroviario”, un De Havilland-DH 9
El 4 de julio de 1948 las aviadoras chilenas Ada Zerbi Marabini de Goycolea y Dora Domínguez García de Picó, despegan desde el aeropuerto Los Cerrillos hasta “Plumerillo”, Mendoza, en su avión Stinson Voyager de 150 HP.
El 12 de diciembre de 1964, el sanbernardino Alejo Williamson piloteando el planeador Blanik L-13, matrícula CC-K7W cruzó la cordillera de Los Andes en su parte más alta, sobre los 6.000 metros
El “vencedor de Los Andes”, el primer piloto en cruzar la cordillera, falleció el jueves 8 de septiembre de 1960, a las 04:25 de la madrugada, a causa de una neumonía fulminante.
Sus restos mortales descansan en el Cementerio General.
En San Bernardo…nada lo recuerda.