Llegamos a casa de don Mario Moya, escultor, autodidacta, artista del metal y la piedra; materiales difíciles, poco dúctiles, al menos a simple vista, porque para él no existe diferencia entre la madera y sus esculturales personajes extraídos desde páginas imaginarias de libros escritos en el subconsciente o, incluso desde el alma misma. Aquí la materia regresa a su origen para convertirse en un símil del barro primigenio porque, créanlo, auténticas figuras humanas en hierro (sofisticadísimas), podrían perfectamente deambular por los pasillos de su casa.
Me detengo en una gran escultura de metal-piedra que parece sacada de un cuento de Edgar Allan Poe; “El Barril de Amontillado”. Aquí aparecen las frías murallas de aquellas mazmorras, cruzado por la sombra de una guadaña a punto de caer sobre un amortajado, algo realmente fenomenal, difícil de llevar a cabo en una pieza artística tan compleja, aunque nada tiene que ver con esta descripción, y mucho menos con Poe.
Es el universo de Mario Moya, poseedor de gran técnica (forma-movimiento), que invita a trasladarnos a multiversos literarios de micro cuentos, narraciones fantásticas, mundos paralelos y paisajes oníricos.
“En principio fue la madera; siempre llamó mi atención las manualidades. Aprendí con la madera…siempre dibujé, primero que nada, después me dediqué a tallar madera, durante un tiempo, después comencé a hacer marcos de cuadros” – cuenta
No obstante no encontró mucha utilidad o interés en aquello de construir marcos rústicos con pintura, y por ese motivo expandió su radio de acción, volcándose de lleno a paisajes creados en hierro puro:
“Ahí empezó la etapa con hierro. Empecé con figuras humanas, luego me fui a lo abstracto, a lo real, pero para mí lo más importante es el surrealismo fantástico, es lo que me gusta crear” – afirma
Entro al patio de su casa convertido en taller, veo sus obras montadas sobre mesones, entremezclándose con herramientas, despuntes e improvisados pedestales que acogen ciudadelas de ensueños.
Por allá una frágil figura reposando sobre las teclas de un piano, secundada en flores de un reino que parece ser fungi.
¿Cómo logra amoldar y dar flexibilidad al hierro?, pregunto
“Para mí es fácil, lo veo como madera; el hierro también tiene su ductilidad, el hierro es sutil…desde que usted lo golpea le da un movimiento y ya para mí es sutil.
Mis obras, como le digo, siempre han sido de la imagen de llevar a lo abstracto el alma del artista, del ser humano. Es eso” – me responde
Me veo trasladando sus obras a museos de importancia, saliendo al mundo, exportándose, mostrándose en galerías de Paris o Londres, fácilmente, pero habitan en San Bernardo y es el punto de partida de esta historia y una sola pregunta: ¿qué pasa con el desarrollo cultural en esta comuna? ¿por qué no tenemos galerías de arte? ¿por qué no hemos sido capaces de habilitar espacios culturales de calidad como el viejo teatro municipal?
“La mitad de mi trabajo es improvisación, siempre existe improvisación; uno tiene una idea, tiene una imagen, pero siempre se está improvisando” – me dice
Claro, tiene razón, tal como lo hace un escritor al enfrentar la página en blanco; destrabando caracteres, pulsando y pulsando teclas, improvisando, o como el pintor que quita o descubre desde el accidente o la “mancha”, agregando color, teoría, forma, en fin…con el hierro debe ser lo mismo, pero con una gran diferencia; la materialidad.
“…el alma del ser humano, desde acá nace mi obra, desde el sentimiento que creo lograr plasmar.
Este trabajo es muy solitario…siempre es desde la esencia humana; el creador nace siempre desde la humanidad, desde el espiritualismo; eso es crear, algo que viene desde adentro. Yo no veo algo y lo quiero plasmar, sino que venga desde mí, desde mi sentimiento” – explica
Pausamos la conversación por algunos minutos y aprovecho de tomarle una fotografía en una de sus obras preferidas. Olvido preguntar el nombre. Mira hacia el lente de la cámara, sonríe generosamente, posa estático, con orgullo al lado de la increíble escultura.
Don Mario une su corazón con el del hierro, traspasándole toda esa energía vital que merece tamaña expresión virtuosa.
Sólo aprieto el “clic” y disfruto pasmado de su creación artística.
Quedo sin palabras.
¿Está consciente que tiene un “don”? – le digo
“…siempre he tenido consciencia que lo que hago es distinto, trato de hacer algo distinto, y trato que algunas personas que me siguen y ven mi trabajo y les gusta, les digo…’tienen que hacer algo desde su mente, desde su creación, porque si imitan se limitan, y para mí tiene que ser la creación desde la fuerza humana, desde el alma” – dice
“…cuando termino esa obra me siento muy contento y después me cuesta soltarme de ella, pero he ido aprendiendo que uno tiene que ir deshaciéndose de eso, sino tendría un montón de trabajos”
Su casa no le permite almacenar muchas obras, por este motivo algunas las ha desmontado, dejándolas en ciertos rincones, como una pila de libros o figurillas que alguna vez fueron parte de escenas más complejas pero que no pierden su valor.
“Me ha costado mucho, siempre me ha costado mucho, más de donde uno viene, es muy difícil el camino este, dedicarse al arte. Nunca olviden que es algo que Dios les dio y que la vida les dio ese ‘don’. Sigan adelante, algún día habrá gente como ustedes, como don Joel (Acosta), que le van abriendo el camino y la esperanza de seguir adelante en este trabajo que es muy hermoso; trabajar con las manos y con el alma” – dice emocionado
“…algunos le llaman ‘chatarra’, yo les llamo ‘despuntes’; no es tanto el costo económico en sí de tener tanto material; a veces uno puede hacer pequeñas cosas, puede hacer muchas cosas, pero con poquísimo material. Va en la creatividad” – sentencia
“Mi día a día es estar creando siempre. Mi verdadero trabajo es crear, no me canso ni me aburro de estar pensando en crear una nueva obra, de terminar la obra en la cual estoy trabajando. Siempre estoy pensando en mi obra” – concluye
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