Del Libro “Expreso San Bernardo”
S ólo vemos un puente que cruza el otrora indomable río Maipo y que une a través del riel la densa trama metropolitana con el sur de nuestro país.
Inaugurado en julio de 1859, esta gran obra de ingeniería permitió sortear el primer gran obstáculo del ferrocarril del sur y viajar más allá de la estación de San Bernardo; operativa desde el 14 de septiembre de 1857; hitos que permitieron el auge del tren, junto a su época dorada que construyó estaciones en las principales ciudades, trayendo prosperidad, intercambio comercial y acceso a la capital.
Cuesta imaginar que existió un arriesgado complot para derribar el puente de ferrocarriles sobre el río Maipo en diciembre de 1930 con una carga explosiva a base de dinamita para atentar contra la vida de Carlos Ibáñez del Campo, quien comandaba un gobierno autoritario.
Al menos, la “versión oficial” de ese fallido atentado quedó impresa copiosamente en toda la prensa local, apostando a una historia casi cinematográfica. Aquí van los detalles:
Día: Lunes 8 de diciembre a las 08:50 horas
Lugares: Puerto Octay, lago Llanquihue, Petrohué y orillas del lago Todos Los Santos
En el fundo Ensenada el alcalde de Puerto Montt ofreció a toda la comitiva un almuerzo y más tarde recibieron la visita de una escuadrilla de tres hidroaviones de la base aérea de Chamiza a modo de homenaje, acto seguido, a bordo del vaporcito “Cóndor” llegaron diversas delegaciones de vecinos de Puerto Montt y Puerto Varas.
A las 15:10, con gran pompa, Ibáñez fue recibido en Puerto Octay. La calle principal estaba tapizada de flores, al mismo tiempo que caminaba hacia el edificio de la Subdelegación, siendo saludado por vecinos de esa ciudad que observaban atónitos el paso de los hidroaviones volando sobre sus cabezas.
A las 18 horas ya se encontraba en Osorno, clausurando la exposición ganadera, concluyendo a las 18:20 con su viaje de regreso a Santiago a bordo del tren presidencial sin mayores contratiempos, según la “versión oficial”.
Nadie imaginaba que más de 10 kilos de explosivos aguardaban en sectores estratégicos del Puente Maipo, con la supuesta finalidad de terminar con la vida de Ibáñez, toda su comitiva integrada por ministros, representantes de la Cámara, periodistas y personal de Ferrocarriles, en total 100 personas, aproximadamente.
Previo al viaje, la noche del viernes 5 de diciembre la policía fue alertada de posibles actividades anarquistas y dio con el paradero de cinco individuos que comenzaron a ser seguidos por los agentes hasta San Bernardo, después hacia la ribera del río Maipo, Buin y Santiago hasta una casa de seguridad donde preparaban los poderosos elementos químicos que completarían la carga explosiva del puente.
Con esta información, los policías se disfrazaron de jornaleros encargados de sacar arena del río Maipo durante el día, para observar de cerca las maniobras de los dinamiteros.
La noche del domingo, a las diez de la noche, los cartuchos de dinamita fueron colocados con extrema precaución en la entrada de San Bernardo, unidos por un alambre a fin de hacerlos explosionar simultáneamente. Sigilosamente tomaron ubicación eludiendo a los vigías y desplegaron 800 metros de alambre por todo el lugar hasta una loma cubierta de matorrales para dominar la visión del lugar.
La tarea para anclar el aparataje fue infernal y se extendió hasta las tres de la madrugada. Todo lo demás era esperar, activar las cargas y huir, pero sin saber que estaban siendo vigilados de cerca por la policía.
El alambre era de distintos tonos para mimetizarlos con el paisaje; oscuro para el puente, plomo para la ribera del río y verde para el follaje.
Al momento de ser abordados, los complotados quedaron estupefactos, limitándose a sonreír nerviosamente. Carcajeando subieron las manos y sin oponer resistencia fueron apresados.
El Ministro del Interior, Carlos Froedden en compañía del Director de Carabineros, general Ambrosio Viaux y el Intendente de Santiago Isidoro Huneeus se trasladaron hasta el puente ferroviario para conocer detalles del complot y tomar medidas precautorias antes que el tren llegara a la estación.
El retiro de los cartuchos estuvo a cargo de artificieros de las Fábricas y Maestranzas del Ejército. Gracias a esto determinaron que los artefactos estaban hechos con melinita, muy superior en cuanto a potencia explosiva, suficientes para volar el puente y destrozar el convoy ferroviario más de una vez.
El guardavía del puente Maipo, Herminio Loyola Ruiz, que trabajaba desde 1926 en la empresa, mostró a los detectives el sitio preciso donde los dinamiteros habían colocado la llamada “máquina infernal”, en el primer pilote, a dos metros, debajo de la línea: “En esta forma, al hacer explosión habría caído íntegro el convoy presidencial al río” – les dijo a modo de entender el grado de daño que hubiese causado, y agregó que “el encargado de encender la chispa estaba escondido en un pequeño bosque, sobre un faldeo, a un kilómetro del puente. Ese sujeto debía recibir instrucciones de un cómplice que estaba al comienzo del mismo”.
Los largos interrogatorios permitieron conocer más detalles de la operación, así como el modus operandi que demostró el alto grado de confianza que tenían los sujetos por todo lo maquinado, sin sospechar que estaban siendo seguidos desde el primer día.
La noche del viernes, Raúl Palazuelos Castro, Luis Cea Olivares, de profesión comerciante, Fernando Alonso Méndez, estudiante de 5° año de la Escuela de Artes y Oficios, Héctor Saavedra López y Hernán Larraguibel Castro, empleado del banco Español, se dirigieron al sur a bordo de un auto cerrado marca Essex con la misión de explorar el terreno y así determinar el mejor lugar para plantar los artefactos explosivos.
Oscuridad campestre, soledad, follaje espeso y el lomaje de la ribera entregaban condiciones ideales para esconder la dinamita y hacer volar el puente por los aires.
El “día D”, Raúl Palazuelos, conductor y dueño del automóvil tuvo una leve sospecha, por lo que se excusó so pretexto de recibir a un miembro de su familia, pero igualmente facilitó su auto a Alberto Pepper Castellón.
Para garantizar el éxito del atentado, los autores otorgaron distintos roles, así, Luis Cea Olivares tuvo que viajar la mañana del martes a Rancagua para comunicar desde ese lugar la hora exacta de la pasada del tren, en tanto Hernán Larraguibel se instaló en Buin para recibir el aviso telefónico de Cea y retransmitirlo a Héctor Saavedra que se encontraba en las inmediaciones del puente. En otro frente, Fernando Alonso Méndez accionaría el percutor eléctrico que provocaría la detonación.
Parte de la máquina había sido probada días antes en el fundo San Juan de Chena con buenos resultados al explosionar un cartucho unido a un sistema de alambres.
Además de los autores directos del crimen, fueron acusados como cómplices; Fernando Maira Castellón, abogado y tesorero del comité anarquista, Guillermo García Burr, ingeniero y profesor de la Escuela de Artes y Oficios, Ramón Carrasco Valdés, empleado, Gregorio Meza Vilches, comerciante, Alberto Romero Cordero, empleado de la Caja Hipotecaria, Luis Castro Miranda, comerciante y Carlos Brito Meléndez, comerciante.
Hasta aquí la historia del complot dinamitero parece calzar con el guión de una película, sin embargo aparecieron voces contrarias y testimonios que hablaron de una farsa, un montaje ideado por el gobierno.
Numerosos libros se han escrito y han demostrado que todo fue un montaje y que los aprehendidos fueron salvajemente torturados por la policía.
¿El motivo?, pues…esa es otra historia digna de ser contada, pero con la verdad.
Puente Maipo en San Bernardo, el día del supuesto día del atentado dinamitero
El inspector General del Palacio de la Moneda Carlos Liberona, acompañado del conductor del tren Presidencial, Rosendo Lara y otras personas
LA FARSA DEL ATENTADO DEL PUENTE MAIPO