Entre abril y mayo de 1874, Benjamín Vicuña Mackenna, se embarcó en una travesía por los departamentos de Melipilla, Rancagua y La Victoria. Acompañado por una comitiva de 10 personas, que incluía ingenieros, policías, secretarios y mozos, se adentró en el corazón de las ciudades para conocer de primera mano su estado y necesidades.
A lo largo de su recorrido, el Intendente pudo palpar la realidad de las calles:
“La ciudad de San Bernardo es de bonito aspecto. Sus calles son tiradas a cordel, de norte a sur, y se cortan con las transversales que corren de este a oeste. De todas las calles de San Bernardo, una sola cuadra, en la del Estado que arranca en la Plaza hacia el sur, está pavimentada con piedra de río. Esta falta, que existe asimismo en las cabeceras de los otros departamentos, se hace sumamente notoria en San Bernardo por la calidad del terreno que es suelto y terroso, lo cual da para el verano densas polvaredas” – observó.
En 1874, las calles de San Bernardo se convirtieron en un campo de batalla, no por un conflicto bélico, sino por una lucha entre el Gobernador y los propietarios de las quintas. El mal estado de los accesos a estas propiedades era un problema acuciante, y el Gobernador buscaba una solución duradera.
Sin embargo, los recursos municipales eran limitados, lo que frustraba sus intentos de empedrar las entradas con fondos públicos. Ante esta situación, el Gobernador recurrió a una medida controvertida: desempolvar una antigua Ley de 1847 que obligaba a los vecinos a realizar las obras por su cuenta.
La decisión del Gobernador generó polémica. La Ley, si bien existía, no había sido aprobada por el poder legislativo, lo que la convertía en una herramienta legal cuestionable. Además, los vecinos se resistían a asumir la carga económica de las obras, argumentando que no era su responsabilidad.
“La ciudad de San Bernardo cuenta con algunos edificios públicos, muchos pertenecientes a los vecinos que son elegantes en su construcción, especialmente algunas quintas; lo que ha hecho mirar, desde hace poco tiempo, a esta ciudad respecto de Santiago, como Viña del Mar o Limache con referencia a Valparaíso: el punto de recreo de los veranos y de los días festivos.
La iglesia parroquial es sencilla pero de bonito aspecto.
La recova de San Bernardo es pequeña, pero aseada. El edificio que sirve al cuartel de policía y cárcel está situado en la misma plaza inmediato a la gobernación y es de un interior grave pero elegante, siendo muy a propósito para su objeto” – anotó la comisión encabezada por Vicuña Mackenna.
Pero, lo que más llamó su atención fue el funcionamiento de baños públicos gratuitos, atendidos por su propio dueño, un señor de apellido Lavanderos. El servicio era financiado por la municipalidad con un costo de 136 pesos anuales.